El Señor de Esquipulas en Guatemala: Historia y legado de un cultoinacabable
Angel Ricardo Román Contreras – Historiador
Universidad de San Carlos de Guatemala
El mes de Enero tiene una diversidad impresionante de fiestas y celebraciones del santoral cristiano católico. Inmediatamente después de que el Año Nuevo volteara sus números hacia otro ciclo de 365 días y las “cabañuelas” de los primeros días de este mes surtieran sus efectos climáticos en cada una de las
ciudades y municipios de todo el territorio guatemalteco, la mirada de una gran cantidad de fieles espera con profunda emoción y fe la Fiesta del Santo Cristo Negro de Esquipulas, referente de espiritualidad nacional que desde sus inicios, sentó una primera base de lo que más adelante se convertiría en una de las devociones más fuertes, prestigiosas y admirables de todo el país.
La imagen del Santo Cristo Negro de Esquipulas tiene una relación profunda con la historia de la región donde actualmente se venera. Esquipulas, un territorio situado en el corazón del departamento de Chiquimula, es la cuna de oriente que vio gestar el culto hacia esta sagrada imagen, la cual según algunos
registros históricos sobre su etimología quiere decir: paraje o lugar donde abundan las flores1.
De acuerdo con todos los relatos entorno al Señor de Esquipulas, la escultura se creó dentro de un ambiente tardío de la conquista ideológica hispana. Los misioneros de aquella región habían introducido poco a poco la evangelización en lo que primeramente se llamó Villa de Santiago de Esquipulas contando con la convivencia de españoles y pobladores chortís habitantes del lugar que habían sido sometidos alrededor de 15262.
Esquipulas se dedicaba al comercio productivo de algodón, medio por el cual en 1594 los pobladores de aquel territorio lograron reunir los fondos suficientes para mandar a pedir un encargo especial al célebre escultor Quirio Cataño, residente de la Ciudad de Santiago de Guatemala; quien se comprometió en elaborar una imagen de un crucifijo “bien perfecto y acabado” tal y como aparece esta última nota en el contrato efectuado entre el Provisor y Vicario General del Obispado de Guatemala Fray Cristóbal de Morales y Quirio Cataño3.
Sin duda alguna, el crucificado realizado en manos de Quirio Cataño a finales del siglo XVI fue una obra excelsa que a partir de entonces se convirtió en el estandarte de toda la nación debido a su alto grado de respeto y representatividad que se tejió alrededor de esta imagen, influenciada estilísticamente por los tratados que proponía el manual didáctico del Evangelio trabajados por Alberto Durero, artista de la corte real española de Carlos V4.
Es importante señalar que la fama del Santo Cristo Negro de Esquipulas comenzó a expandirse muy fuertemente en varias de las provincias de la antigua Capitanía del Reino de Guatemala (El Salvador, Honduras, Costa Rica y Nicaragua) y también en Nueva España durante buena parte del siglo XVII y
todo el siglo XVIII a través de diferentes expresiones pictóricas que comenzaron a tener resguardo y un culto especial en varias iglesias locales y casas domésticas de las familias más distinguidas de las ciudades de este territorio acompañadas por sus respectivos rezos y novenas que también comenzaron a florecer en aquel tiempo.
Los milagros del Santo Cristo Negro de Esquipulas fueron pasando de boca en boca de sus fieles, a tal punto que para el año de 1701 la iglesia de Nuestra Señora del Carmen puso en veneración pública la primera copia original del Santo Cristo Negro de Esquipulas, la cual más adelante tendría el título de
Patrón Jurado de la Ciudad de Guatemala contra los temblores que dieron un azote a la otrora Ciudad de Santiago5.
Con respecto al recinto en donde se resguarda esta maravillosa imagen del Cristo Crucificado de Esquipulas, existen documentos del testimonio acerca del milagro experimentado por el primer Arzobispo de la Arquidiócesis de Santiago de Guatemala, Fray Pedro Pardo de Figueroa, originario de la Ciudad de Lima, Perú. Se sabe que el estado de salud de aquel eclesiástico era delicado por lo cual, al llegar al Pueblo de Esquipulas se postró ante el portentoso Cristo Negro y presentó sus más fervientes oraciones. La curación del arzobispo fue sorpresiva en ese momento por lo que instantáneamente se iniciaron los trabajos de construcción del templo dedicado al Santo Cristo de Esquipulas, diseñados enteramente bajo la dirección del insigne arquitecto de la dinastía de los Porres, Felipe; quien fue hijo de Don Diego de Porres que tanta huella artística había dejado en la capital de Santiago de Guatemala.
El templo comenzó a construirse en 1740 y la bendición y consagración del mismo fue dada el 04 de Enero de 1759 con la asistencia de 60 clérigos y más de 14000 personas de todo el Reino para hacer su romería anual para el Cristo Negro. Mucha información acerca de este suceso está muy bien conservada en la crónica de bendición del templo escrita por el Presidente de la Real Audiencia Don Alonso de Arcos y Moreno.
Con respecto a las tradicionales romerías para el Señor de Esquipulas, estas datan de las primeras décadas del siglo XVIII la cual, refiere Domingo Juarros en su obra “que no hay tiempo del año en que no se vean en dicho santuario peregrinos que vienen de partes muy remotas a implorar las misericordias de
Dios o a cumplir los votos que han hechos en sus necesidades”6.
Las estrofas del famoso canto de Doña Alicia Azurdia y algunos otros de carácter litúrgico dedicados al Santo Cristo Negro de Esquipulas nos ha llevado a recorrer la importancia de una escultura de tal nivel histórico y cultural, que desde su rico altar mayor acompañado del conjunto doloroso de la Virgen
Dolorosa, San Juan y la Magdalena del siglo XVIII traídos de las finas manos de Blas Joseph Rodríguez, es testigo de honor de los momentos cúspides del misterio de la Pasión del Señor.
No podemos olvidar que la recepción de rezos que ha tenido el Santo Cristo Negro de Esquipulas ha sido una constante a través del tiempo. Su presencia no pasa inadvertida en ninguna parte del país, incluso su protagonismo sigue vigente en cada una de las etapas de nuestra historia por medio de la rica literatura nacional en novelas históricas como las del insigne escritor guatemalteco José Milla Vidaurre en su célebre libro “Los Nazarenos” (1867).
cuyo primer capítulo menciona el asombroso milagro de la curación de ceguera que se le hizo en medio de una romería a Don Juan Palomeque, vecino ilustre de la Ciudad de Santiago de Guatemala a mediados del siglo XVII y que dejó apantallados a la innumerable asistencia de devotos que en ese tiempo dieron
crédito a esa experiencia.
Para cerrar este itinerario histórico, es importante indicar la presencia que tuvo el Cristo Negro de Esquipulas en la Basílica de San Pedro en Roma recientemente la cual nos compromete como guatemaltecos a la preservación, mantenimiento y resguardo de una devoción cuatricentenaria, que de rodillas piadosa y bellamente le dice al Señor de Esquipulas:
“Nunca olvides mi patria y mis padres, no abandones tus hijos, Señor.
Milagroso Señor de Esquipulas, toda mi alma te vengo a entregar.«
Fuentes y referencias consultadas:
Fuentes y Guzmán, Francisco. Recordación Florida Tomo I.
López Hernández, Hugo David. Historia del Señor de Esquipulas. Publicado en 2018,
Chiquimula. Página 33
Crónica de bendición del templo escrita por el Presidente de la Real Audiencia Don Alonso
de Arcos y Moreno, Enero 1759.
Juárros Montufar, Domingo. Compendio de la Historia de la Ciudad de Guatemala,
Guatemala 1999.
Toledo Palomo, Ricardo. “El Templo de Esquipulas y la arquitectura antigüeña”. Anales de
la Sociedad de Geografía e Historia de Guatemala 36 (1963) Página 392-416