Lunes Paschalis

El gozo de la Pascua continúa resonando en la Iglesia Católica al celebrar hoy el Lunes de Pascua, también conocido como Lunes del Ángel. Este día, que sigue al Domingo de Resurrección, no es solo un día festivo en muchos países, sino una extensión litúrgica de la solemnidad pascual, invitando a los fieles a prolongar la alegría del triunfo de Cristo sobre la muerte.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), la Pascua no se celebra en un solo día, sino en un «gran domingo» de siete semanas, cuyo centro es el Triduo Pascual (CIC 1168-1169). El Lunes de Pascua se inscribe dentro de esta octava pascual, ocho días que se celebran como si fueran un único día, una manifestación prolongada de la inmensa alegría que brota del sepulcro vacío.

La Tradición del «Lunes del Ángel»

Una tradición significativa asociada a este día es la conmemoración del encuentro del ángel con las mujeres que fueron al sepulcro de Jesús. Los Evangelios, como el de Mateo 28:1-10, narran cómo un ángel les anunció la resurrección del Señor, instándolas a no temer y a llevar la buena nueva a los discípulos. Este encuentro marca el inicio del anuncio pascual y subraya el papel crucial de los mensajeros de la resurrección.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (103) reafirma este evento, destacando que «el ángel, y Cristo mismo después, preguntan a las mujeres llenas de temor: ‘No temáis’ (Mt 28, 5.10). La Resurrección es, ante todo, un don de paz».

Un Tiempo para la Reflexión y la Comunidad

El Lunes de Pascua, en muchas comunidades católicas, se vive como un día de descanso y celebración en familia. Las lecturas bíblicas de la liturgia continúan enfocándose en los relatos de las apariciones de Jesús resucitado, fortaleciendo la fe de los creyentes en la verdad central del cristianismo.

Como señala el Papa Francisco en sus numerosas catequesis sobre la Pascua, la Resurrección no es un evento del pasado, sino una fuerza viva que transforma el presente de los creyentes, llenándolos de esperanza y enviándolos a ser testigos del amor de Dios.

El Lunes de Pascua nos recuerda que la alegría pascual no es efímera, sino que debe impregnar cada aspecto de nuestras vidas, impulsándonos a vivir como hombres y mujeres nuevos en Cristo resucitado. Es un día para regocijarnos en la victoria de la vida sobre la muerte y para renovar nuestro compromiso de seguir las enseñanzas de Jesús, difundiendo la paz y la esperanza que brotan de su gloriosa resurrección.

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