
Santa María Reina
La Fiesta que Celebra la Realeza de la Madre de Dios
Cada 22 de agosto, la Iglesia Católica celebra la fiesta de Santa María Reina, una conmemoración que destaca un dogma fundamental de la fe: la realeza de la Santísima Virgen María. Esta fiesta, instituida por el Papa Pío XII, no es solo un reconocimiento honorífico, sino una profunda verdad teológica que resalta el lugar singular de María en el plan de salvación.
Orígenes y Significado Teológico
La fiesta de la Realeza de María fue establecida el 11 de octubre de 1954 por el Papa Pío XII a través de la encíclica Ad Caeli Reginam (A la Reina del Cielo). En este documento, el pontífice subraya la base bíblica y teológica de esta creencia. La realeza de María no es comparable a la de los monarcas terrenales. Su corona es un reflejo de la realeza de su Hijo, Jesucristo. Como el propio Pío XII escribió: «Cristo es Rey por naturaleza y por derecho de conquista; María, por el contrario, es Reina por gracia y por una especialísima elección divina».
La Escritura nos da indicios de esta realeza. El más evidente es la Anunciación, cuando el Arcángel Gabriel le dice a María: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y reinará sobre la casa de Jacob por siempre» (Lucas 1:32-33). Al ser la madre del Rey mesiánico, María participa de Su realeza.
Un Eco de la Solemnidad de la Asunción
Originalmente, la fiesta de Santa María Reina se celebraba el 31 de mayo. Sin embargo, en 1969, la reforma del calendario litúrgico la trasladó al 22 de agosto. Esta fecha no es casual; se ubica exactamente ocho días después de la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María (15 de agosto). Este cambio litúrgico subraya la conexión intrínseca entre ambos misterios. La Asunción es el preludio de su coronación. Al ser elevada en cuerpo y alma al cielo, María es coronada como Reina, no solo del cielo y de la tierra, sino de los ángeles y de los santos.
El prefacio de la Misa de la fiesta de Santa María Reina refleja esta idea: «Porque la Virgen Inmaculada, después de una vida terrena digna de su Hijo, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo, donde Cristo, Rey de reyes y Señor de señores, la exaltó como Reina del universo, para que fuera más perfectamente conforme a su Hijo, Señor de toda la creación».
María, Reina de la Misericordia y de la Paz
El título de «Reina» no debe entenderse como un poder autoritario, sino como una autoridad de amor y servicio. En la tradición católica, María es la Reina que intercede por nosotros, la «Madre de Misericordia». Es a ella a quien nos dirigimos en la oración del Salve Regina, pidiéndole que vuelva a nosotros «esos tus ojos misericordiosos». Su realeza se ejerce a través de su continua mediación por la humanidad ante su Hijo.
La fiesta de Santa María Reina nos invita a reflexionar sobre la vocación de la Virgen como modelo de fe, esperanza y caridad. Su realeza es un recordatorio de que, a través de la obediencia y la humildad, somos llamados a participar del reino de Cristo. Honrar a María como Reina es honrar a Cristo como Rey, pues su gloria es un reflejo de la gloria de Su Hijo.
En esta fiesta, los fieles católicos renuevan su devoción a la Madre de Dios, reconociendo en ella a la Reina que nos conduce hacia el Rey. Su reinado es un reinado de gracia, que nos ofrece consuelo en la tribulación y nos fortalece en el camino de la santidad. Es la fiesta que nos recuerda que, bajo la protección de la Reina del Cielo, estamos seguros en el viaje hacia el reino eterno de su Hijo.
