La Natividad de la Santísima Virgen María

Cada año, el 8 de septiembre, la Iglesia Católica celebra con gozo la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María. Un evento que, aunque no se relata en los Evangelios Canónicos, tiene una profunda tradición en la fe cristiana y es considerado el pórtico de la salvación. Esta celebración marca el nacimiento de aquella que fue elegida para ser la Madre de Dios, la «llena de gracia» que daría a luz al Redentor del mundo.

El Origen de la Celebración

La celebración de la Natividad de María es una de las fiestas marianas más antiguas, junto con la Inmaculada Concepción y la Asunción. Su origen se remonta al siglo VI, en la Iglesia de Jerusalén. La tradición narra que en el lugar donde se cree que fue la casa de San Joaquín y Santa Ana, los padres de la Virgen, se construyó una basílica dedicada a Santa Ana. Con el tiempo, la fecha de la consagración de la basílica, el 8 de septiembre, se asoció con el nacimiento de María. Extendiéndose su celebración a toda la Iglesia de Oriente y, más tarde, a la de Occidente.

A lo largo de los siglos, teólogos y santos han meditado sobre la trascendencia de este nacimiento. San Agustín, por ejemplo, lo llamaba «un amanecer de esperanza». En su tiempo, él afirmaba que el nacimiento de María no es un nacimiento ordinario, porque a través de ella se preparaba el camino para que el Hijo de Dios entrara en el mundo y reconciliara a la humanidad con su Creador.

La Natividad como Fiesta Litúrgica

El nombre correcto de la festividad en el calendario litúrgico de la Iglesia Católica es La Natividad de la Santísima Virgen María. Es una fiesta de gran solemnidad que se celebra con misas especiales, oraciones y actos de devoción mariana en todo el mundo. A diferencia de las fiestas de otros santos, la Iglesia celebra el nacimiento de María, de Juan el Bautista y, por supuesto, de Jesucristo. La razón es que estos tres nacimientos son considerados santos desde su concepción y su destino estaba intrínsecamente ligado al plan divino de salvación.

La liturgia del 8 de septiembre está llena de simbolismo y gozo. Las lecturas bíblicas y las oraciones de la Misa nos invitan a reflexionar sobre el papel único de María en la historia de la salvación. En la tradición católica, María es vista como la «puerta del cielo», la «nueva Eva» que, a través de su obediencia y humildad, desarmó la desobediencia de la primera mujer.

La Teología Detrás de la Celebración

La Natividad de María no es solo una conmemoración histórica, sino una verdad teológica fundamental. Al celebrar su nacimiento, la Iglesia celebra el cumplimiento de las promesas de Dios. Los Padres de la Iglesia la llamaban la «aurora» que precede al «sol de justicia» (Jesucristo). Su nacimiento, ya purificada del pecado original por la gracia de Dios, fue un paso esencial para la Encarnación.

En el Catecismo de la Iglesia Católica, el numeral 488 afirma que Dios eligió a María para ser la Madre de su Hijo. Para cumplir esta misión, Dios la preservó de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción.Sin embargo, la celebración del nacimiento de María se centra en el gozo por el inicio de su vida, un gozo que la Iglesia comparte con toda la humanidad, pues en ese nacimiento se vislumbraba la venida del Salvador.

En conclusión, la Natividad de la Santísima Virgen María es mucho más que una simple fecha en el calendario. Es una fiesta de profunda fe y esperanza que nos recuerda la cercanía de Dios, quien preparó un camino perfecto para su Hijo. Cuando celebramos el nacimiento de María, celebramos el amor de Dios, la gracia que Él le concedió y el inicio de la historia de la salvación que culminaría en la Cruz y la Resurrección de Jesucristo. Es un día para renovar nuestra devoción a la Madre de Dios y pedir su intercesión, sabiendo que su nacimiento fue el primer paso hacia nuestra redención.

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