Este 22 de febrero, Miércoles de Ceniza, el Santo Padre centró su homilía en la invitación que nos dirige el profeta Joel (2,12) cuando dice: «Vuelvan a mí de todo corazón». De esta cita bíblica, y ayudado por el rito de la Ceniza, el Pontífice dijo que esto nos introduce en este camino de regreso: “nos invita a volver a lo que realmente somos y a volver a Dios y a los hermanos”.
“La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano o hermana”, lo dijo el Papa Francisco en su homilía, en la Santa Misa con el rito de bendición e imposición de las Cenizas, con el cual se inició el Tiempo de Cuaresma. Como cada año, la celebración litúrgica del Miércoles de Ceniza se realizó con la procesión penitencial, el canto de las letanías de los Santos desde la iglesia de San Anselmo hasta la Basílica de Santa Sabina en Roma.
La Cuaresma es el tiempo favorable para volver a lo esencial
En su homilía, el Santo Padre recordó que, el apóstol Pablo nos ayuda a entrar en el espíritu del tiempo cuaresmal cuando afirma que, «este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación» (2 Co 6,2).
“La Cuaresma ciertamente es el tiempo favorable para volver a lo esencial, para despojarnos de lo que nos pesa, para reconciliarnos con Dios, para reavivar el fuego del Espíritu Santo que habita escondido entre las cenizas de nuestra frágil humanidad. Es el tiempo de gracia para llevar a cabo lo que el Señor nos ha pedido en el primer versículo de la Palabra que hemos escuchado: «Vuelvan a mí de todo corazón»”.
“El rito de la ceniza nos introduce en este camino de regreso, nos invita a volver a lo que realmente somos y a volver a Dios y a los hermanos”
La ceniza nos invita a volver a lo que realmente somos
Un primer aspecto que destacó el Papa Francisco fue la invitación a “volver a lo que realmente somos”. La ceniza, precisó el Papa, nos recuerda quiénes somos y de dónde venimos, nos reconduce a la verdad fundamental de la vida, es decir, sólo el Señor es Dios y nosotros somos obra de sus manos.
“Nosotros tenemos la vida mientras que Él es la vida. Él es el Creador, mientras nosotros somos frágil arcilla que se moldea en sus manos. Nosotros venimos de la tierra y necesitamos del Cielo, de Él. Con Dios resurgiremos de nuestras cenizas, pero sin Él somos polvo. Mientras inclinamos la cabeza, con humildad, para recibir las cenizas, traigamos a la memoria del corazón esta verdad: somos del Señor, le pertenecemos. Él, en verdad, «modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida» (Gn 2,7), es decir, existimos porque Él ha exhalado el aliento de la vida en nosotros”.
“Y, como Padre tierno y misericordioso, Él también vive la Cuaresma, porque nos desea, nos espera, aguarda nuestro regreso. Y siempre nos anima a no desesperar, incluso cuando caemos en el polvo de nuestra fragilidad y de nuestro pecado, porque «Él conoce de qué estamos hechos, sabe muy bien que no somos más que polvo» (Sal 103,14)”
La Cuaresma, subrayó el Santo Padre, es por tanto el tiempo para que recordemos quién es el Creador y quién la criatura; para proclamar que sólo Dios es el Señor; para desnudarnos de la pretensión de bastarnos a nosotros mismos y del afán de ponernos en el centro, de ser los primeros de la clase, de pensar que sólo con nuestras capacidades podemos ser protagonistas de la vida y trasformar el mundo que nos rodea.
“Este es el tiempo favorable para convertirnos, para cambiar la mirada antes que nada sobre nosotros mismos, para vernos por dentro. Cuántas distracciones y superficialidades nos apartan de lo que es importante. Cuántas veces nos centramos en nuestros deseos o en lo que nos falta, alejándonos del centro del corazón, olvidándonos de abrazar el sentido de nuestro ser en el mundo”.
“La Cuaresma es un tiempo de verdad para quitarnos las máscaras que llevamos cada día aparentando ser perfectos a los ojos del mundo; para luchar, como nos ha dicho Jesús en el Evangelio, contra la falsedad y la hipocresía. No las de los demás, sino las nuestras”
La ceniza nos invita a volver a Dios y a los hermanos
Un segundo aspecto que destacó el Papa Francisco fue recordar que, “la ceniza nos invita a volver a Dios y a los hermanos”. De hecho, si volvemos a la verdad de lo que somos y nos damos cuenta de que nuestro yo no es autosuficiente, entonces descubrimos que existimos gracias a las relaciones, tanto la originaria con el Señor como las vitales con los demás.
“Así, la ceniza que hoy recibimos en la cabeza nos dice que cada presunción de autosuficiencia es falsa y que idolatrar el yo es destructivo y nos encierra en la jaula de la soledad. Nuestra vida, sin embargo, es sobre todo una relación; la hemos recibido de Dios y de nuestros padres, y siempre podemos renovarla y regenerarla gracias al Señor y a aquellos que Él ha puesto junto a nosotros”.
“La Cuaresma es el tiempo favorable para reavivar nuestras relaciones con Dios y con los demás; para abrirnos en el silencio a la oración y a salir del baluarte de nuestro yo cerrado; para romper las cadenas del individualismo y redescubrir, a través del encuentro y la escucha, quién es el que camina a nuestro lado cada día, y volver a aprender a amarlo como hermano o hermana”
Tres grandes vías para volver a Dios y a los demás
Pero, cómo podemos realizar todo esto, se pregunta el Santo Padre. Para completar este camino —volver a lo que realmente somos y volver a Dios y a los demás— el Pontífice indicó que hoy, se nos invita a recorrer tres grandes vías: la limosna, la oración y el ayuno.
“Como hemos escuchado en el Evangelio, Jesús nos advierte: no se trata de ritos exteriores, sino de gestos que deben expresar una renovación del corazón”.
“La limosna no es un gesto rápido para limpiarse la conciencia, sino un tocar con las propias manos y con las propias lágrimas los sufrimientos de los pobres. La oración no es ritualidad, sino diálogo de verdad y amor con el Padre. El ayuno no es un simple sacrificio, sino un gesto fuerte para recordarle a nuestro corazón qué es lo que permanece y qué es lo pasajero”
La sinceridad del alma y la coherencia de las obras
Jesús nos hace «una advertencia que conserva también para nosotros su validez saludable: a los gestos exteriores debe corresponder siempre la sinceridad del alma y la coherencia de las obras.
“En efecto, ¿de qué sirve […] rasgarse las vestiduras, si el corazón sigue lejos del Señor, es decir, del bien y de la justicia?» (Benedicto XVI, Homilía miércoles de ceniza, 1 marzo 2006). Muchas veces, sin embargo, nuestros gestos y ritos no tocan la vida, no son auténticos, quizás los hacemos sólo para que los demás nos admiren, para recibir el aplauso, para atribuirnos el crédito”.
“Recordemos que, en la vida personal, como en la vida de la Iglesia, lo que cuenta no es lo exterior, los juicios humanos y el aprecio del mundo; sino sólo la mirada de Dios, que lee el amor y la verdad”
No quedarnos en gestos exteriores
En este sentido, el Papa Francisco invitó a ponernos humildemente bajo su mirada, entonces la limosna, la oración y el ayuno no se quedan en gestos exteriores, sino que expresan quiénes somos verdaderamente: hijos de Dios y hermanos entre nosotros.
“La limosna, la caridad, manifestará nuestra compasión con quien está necesitado, nos ayudará a volver a los demás; la oración dará voz a nuestro íntimo deseo de encontrar al Padre, haciéndonos volver a Él; el ayuno será una gimnasia espiritual para renunciar con alegría a lo que es superfluo y nos sobrecarga, para ser interiormente más libres y volver a lo que realmente somos”.
Pongámonos en camino con la caridad, oración y ayuno
Finalmente, el Santo Padre exhortó a que, inclinemos la cabeza, recibamos la ceniza, aligeremos el corazón y que no desperdiciemos la gracia de este tiempo santo.
Pongámonos en camino por medio de la caridad:
“Nos han dado cuarenta días favorables para recordarnos que el mundo no se cierra en los estrechos límites de nuestras necesidades personales y para redescubrir la alegría, no en las cosas que se acumulan, sino en el cuidado de aquellos que se encuentran en la necesidad y en la aflicción”.
Pongámonos en camino por medio de la oración:
“Se nos otorgan cuarenta días favorables para dar a Dios la primacía de nuestra vida, para volver a dialogar con Él de todo corazón, no en ratos perdidos”.
Pongámonos en camino por medio del ayuno:
“Se nos ofrecen cuarenta días favorables para reencontrarnos, para frenar la dictadura de las agendas siempre llenas de cosas por hacer; de las pretensiones de un ego cada vez más superficial y engorroso; y de elegir lo que de verdad importa”.
“Fijemos nuestra mirada en el Crucificado y caminemos. Respondamos con generosidad a las llamadas fuertes de la Cuaresma. Al final del trayecto encontraremos con más alegría al Señor de la vida, al único que nos hará resurgir de nuestras cenizas”
En el Callejón de Huérfanas, en la casa número 2, actualmente 9ª. Calle “A” y 2ª. Avenida de la zona 1, en la segunda mitad del siglo XIX, se ubicaba el taller del prestigioso escultor Juan Ganuza Peláez, su talento era considerado un prodigio divino, se decía que por la mañana comenzaba a tallar un trozo de madera, y por la tarde, tenía un rostro terminado, cosa que a cualquier otro escultor le hubiera llevado por lo menos una semana.
Ese taller, fue mudo testigo de cómo se fue transformando la madera de cedro en un Cristo para cargar el santo madero de la cruz, su estatura 1 metro con 85 centímetros, un poco encorvado, de contextura ligera, su rostro triangular con finos detalles realzados por el renombrado pintor Paulino Ceballos, quien se dedicó a encarnarlo y darle apariencia humana, su exquisita orfebrería fue realizada por el connotado platero Antolín Cáceres.
Las familias bienhechoras de la época hicieron posible que esta sagrada imagen fuera puesta a la veneración pública en una Capilla sobre la Calle Real encomendada a los Terciarios Franciscanos, vecina del majestuoso Templo de San Francisco.
En 1876 el sagrado recinto fue expropiado por el Gobierno de la Reforma Liberal, con mucha angustia el Cristo Nazareno, Jesús Resucitado, el cuadro del Hermano Pedro, la Inmaculada Concepción que se encuentra hoy en el Guarda Viejo y algunos otros enseres, fueron trasladados con premura al antiguo Templo El Calvario que se ubicaba en un montículo conocido el sitio como “Cerro del Cielito” ubicado al final de la Calle Real.
Pasaron 18 años hasta que el 17 de enero de 1894 se recibe en el despacho del Calvario una carta teniendo como remitente la Tercera Orden Franciscana firmada por María Martínez y por Fray Antonio María Lanuza, en donde se solicitaba les fueran devueltos los bienes que se les enviaron en calidad de alojamiento años atrás.
La respuesta fue tajante, ¡no! argumentando que las imágenes ya gozaban de veneración entre la feligresía.
En 1932 el Nazareno, fue llevado al actual Templo, de donde el Miércoles de Ceniza 15 de febrero de 1956 fue sacado en un piadoso Vía Crucis.
Esta actividad se comenzó a organizar entre octubre y noviembre de 1955, el domingo de carnaval se organizó un convite con el estandarte antiguo de la Hermandad bordado en España, en donde los monaguillos repartían volantes en las calles y avenidas donde pasaría la piadosa Procesión.
El horario fijado para la salida fue las 18:00 horas se utilizó el anda llamada “de palo blanco” que pertenecía a Nuestra Señora de los Remedios teniendo una capacidad para 30 cargadores, su primer decorado fueron rocas y espinas, simulando la vía sacra, el Nazareno vistió una túnica color gris, portando una corona de espinas de plata estrenada para esa ocasión, en la parte frontal del andan se apreció un rotulo con la inscripción “Polvo eres y en polvo te convertirás”.
Se organizó el Turno de Honor Salida, la Primera Comisión de Honor Salida, el Turno de Honor Entrada, siendo el resto turnos ordinarios, durante el itinerario se rezó el Santo Vía Crucis, siendo ubicadas las estaciones en domicilios de familias piadosas, residentes en el Barrio
Cabe resaltar que el rezo fue dirigido por el joven Luis Gall y la señorita Socorro Barrios, conocida años después como “doña Coco”.
La parafernalia de la Procesión era sencilla, encabezada por un grupo de niños con incensarios, luego la Cruz Alta y Ciriales, una lira para levantar los cables, el antiguo Estandarte de la Hermandad, cabe resaltar que todos los participantes lo hacían con traje formal de calle.
En esa ocasión la Banda de Música fue dirigida por el Maestro Alfredo Dávila Rendón integrada por 25 músicos.
El primer recorrido fue: Salida del Templo, 18 Calle, 14 Avenida, 17 Calle, 6ª. Avenida, 18 Calle, ingresando al Templo a las 22:00 horas.
Este martes de carnaval a partir de las 18:00 horas saldrá en su solemne traslado procesional la Consagrada Imagen de Jesús de la Indulgencia. Ver Recorrido
El rector del Beaterio Monseñor Marco Aurelio González, la Asociación de devotos cargadores y cucuruchos dan por inaugurada la Cuaresma. Recorrerán calles aledañas al Templo.
Así es como comienza la temporada de actividades penitenciales en el Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala. Recordando así el carácter de ayuno, penitencia y oración de esta época, así preparar el camino a la Pascua. Nuestro Señor nos dice este día que nos preparemos con el sacramento de la reconciliación, vivamos la Cuaresma como Él nos ha encomendado. El traslado está previsto que ingrese a las 19:30 horas.
La ceniza es el ultimo resultado de la cremación, de manera que en ella se representa algo que llega a su final definitivo. Fue utilizada como señal de penitencia por los pueblos antiguos, como lo señala el libro del profeta Jonás, que narra la actitud del rey de Nínive, ante la amenaza de que la ciudad sería destruida en un plazo de cuarenta días.
Los israelitas, como otros pueblos, tenían el ayuno como una forma de penitencia y se cubrían la cabeza con ceniza, como una señal de estar cumpliendo con lo prescrito por la ley.
Los cristianos heredaron este rito y lo han utilizado desde los primeros tiempos, como una señal para iniciar el santo tiempo de La Cuaresma, que prepara a los fieles para la gozosa celebración de la Pascua.
Por eso cuarenta días antes del Triduo Pascual, que se inicia al atardecer del Jueves Santo, se recibe en la frente la marca de la cruz, que en la antigua fórmula tomada del Génesis “Recuérdate hombre que polvo eres y en polvo te convertirás” (Gen 3, 19b) que nos advierte de lo efímero de la vida mortal y ahora con la nueva fórmula que ordena la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II, tomada del relato del Evangelio según San Marcos, se nos invita a buscar un cambio de manera de pensar, para cambiar nuestra manera de vivir: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1 15b)
Este no es un rito mágico que pueda traer algún “beneficio” si se practica o un “castigo” si se omite; no es una “fiesta de precepto” por lo que no es obligatorio ni siquiera asistir a misa; es una manifestación pública de humildad al reconocernos pecadores y de tener el propósito de vivir adecuadamente el tiempo cuaresmal, hasta llegar a la gozosa celebración de la Resurrección del Señor.
Con el miércoles de ceniza se inaugura el santo tiempo de la cuaresma, tan vivamente sentido por el pueblo católico, sobre todo en nuestra tierra.
Que Dios misericordioso nos permita ser fieles a nuestra vocación y a vivir con fruto este tiempo cuaresmal, mediante la práctica de la penitencia, la oración y la caridad como nos lo pide nuestro santo padre Francisco, a quien Dios nos conserve muchos años.
Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas concuerdan al relatar el episodio de la Transfiguración de Jesús. En este acontecimiento vemos la respuesta que el Señor dio a sus discípulos cuando estos manifestaron incomprensión hacia Él. De hecho, poco tiempo antes se había producido un auténtico enfrentamiento entre el Maestro y Simón Pedro, quien, tras profesar su fe en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, rechazó su anuncio de la pasión y de la cruz. Jesús lo reprendió enérgicamente: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23). Y «seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado» (Mt 17,1).
El evangelio de la Transfiguración se proclama cada año en el segundo domingo de Cuaresma. En efecto, en este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida, en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis.
La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz. Era precisamente lo que necesitaban Pedro y los demás discípulos. Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña. Estos requisitos también son importantes para el camino sinodal que, como Iglesia, nos hemos comprometido a realizar. Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal.
En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje. Análogamente al ascenso de Jesús y sus discípulos al monte Tabor, podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Sabemos, de hecho, que Él mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el del Sínodo, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador.
Y llegamos al momento culminante. Dice el Evangelio que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17,2). Aquí está la “cumbre”, la meta del camino. Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena. También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino.
La experiencia de los discípulos en el monte Tabor se enriqueció aún más cuando, junto a Jesús transfigurado, aparecieron Moisés y Elías, que personifican respectivamente la Ley y los Profetas (cf. Mt 17,3). La novedad de Cristo es el cumplimiento de la antigua Alianza y de las promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su sentido profundo. De manera similar, el camino sinodal está arraigado en la tradición de la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto a la novedad. La tradición es fuente de inspiración para buscar nuevos caminos, evitando las tentaciones opuestas del inmovilismo y de la experimentación improvisada.
El camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Una transformación que, en ambos casos, halla su modelo en la de Jesús y se realiza mediante la gracia de su misterio pascual. Para que esta transfiguración pueda realizarse en nosotros este año, quisiera proponer dos “caminos” a seguir para ascender junto a Jesús y llegar con Él a la meta.
El primero se refiere al imperativo que Dios Padre dirigió a los discípulos en el Tabor, mientras contemplaban a Jesús transfigurado. La voz que se oyó desde la nube dijo: «Escúchenlo» (Mt 17,5). Por tanto, la primera indicación es muy clara: escuchar a Jesús. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Aquel que nos habla. ¿Y cómo nos habla? Ante todo, en la Palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece en la liturgia. No dejemos que caiga en saco roto. Si no podemos participar siempre en la Misa, meditemos las lecturas bíblicas de cada día, incluso con la ayuda de internet. Además de hablarnos en las Escrituras, el Señor lo hace a través de nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los rostros y en las historias de quienes necesitan ayuda. Pero quisiera añadir también otro aspecto, muy importante en el proceso sinodal: el escuchar a Cristo pasa también por la escucha a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia; esa escucha recíproca que en algunas fases es el objetivo principal, y que, de todos modos, siempre es indispensable en el método y en el estilo de una Iglesia sinodal.
Al escuchar la voz del Padre, «los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo» (Mt 17,6-8). He aquí la segunda indicación para esta Cuaresma: no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones. La luz que Jesús muestra a los discípulos es un adelanto de la gloria pascual y hacia ella debemos ir, siguiéndolo “a Él solo”. La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retiro” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección. De igual modo, el camino sinodal no debe hacernos creer en la ilusión de que hemos llegado cuando Dios nos concede la gracia de algunas experiencias fuertes de comunión. También allí el Señor nos repite: «Levántense, no tengan miedo». Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades.
Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos anime durante esta Cuaresma en nuestra escalada con Jesús, para que experimentemos su resplandor divino y así, fortalecidos en la fe, prosigamos juntos el camino con Él, gloria de su pueblo y luz de las naciones.
Roma, San Juan de Letrán, 25 de enero de 2023, Fiesta de la Conversión de san Pablo
“Quien esté cerca de María, va a ver los Milagros, como en Caná de Galilea.”
Santísima Virgen de los Dolores de San Nicolás, Fotografía: Douglas Barillas
La devota ciudad de Quetzaltenango, tiene en las páginas de su historia un momento que enmarcaría un hecho sumamente importante en las devociones marianas de la ciudad, siendo esté la solemne consagración de la Santísima Madre de los Dolores de San Nicolás, imagen que representa el dolor por la pérdida del hijo por la cruel muerte en la cruz del calvario, pero también refleja el dulce amor de madre, en que muchos quetzaltecos buscan refugio en varios momentos de su vida.
La Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás, es fuente de devociones tan arraigadas, muchas veces de una devoción heredada, pero de un sentimiento genuino, que solo los que la Madre llama, comprenderán. “Ella, es quien me da la fortaleza, para hacer las cosas, realmente creo que la devoción que le tengo a mi Señora es el agradeciendo de cada bendición que me ha dado, (…) saber que todo lo que ha hecho por nosotros, que no nos deja a pesar de nuestros pecados y nuestras faltas, allí está siempre apoyándonos y extendiéndonos su mano, realmente el amor, la fe y la devoción a la Madre es inmenso, porque ella es nuestra guía definitivamente” – Verónica Lisseth Morales Gómez, Presidenta de la Hermandad de la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás.
C.l. de la Virgen de los Dolores junto a la C.I. del Señor Sepultado de San Nicolás, Fotografía Douglas Barillas.
La bella Imagen de la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás, es obra del Escultor Julio Dubois, llegando a Xela un día del mes de marzo de 1926, acompañando en el cortejo del Santo Entierro del Viernes Santo de ese año y llevada en hombros por varias damas quetzaltecas.
“Como dijeran, herencia de mi padre, el desde que ingreso a la hermandad, él siempre nos traía a mis hermanos y a mí, desde pequeños veníamos a la procesión infantil año con año,; una prima que era directiva, me invito (a participar), pero yo ya estaba con que quería, sin embargo, mi primer año (de participación) si me dolió, porque yo no era socia sino era turno de honor, y luego ya dije, Madre mía si me prestas la vida el otro año ingreso a la hermandad y ya llevo más de 20 años de estar con la Madre” – Marcela del Rosario Zelada De León, Secretaría de la Hermandad de la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás
Sin embargo, la devoción, el servicio y el llamado de Santísima Madre de los Dolores, llega a sus hijos en diferentes momentos, maneras y circunstancias. “Mi recorrido empezó desde chiquita, mis papas no fueron devotos como tal, pero siempre a mi hermano y a mí nos inculcaron el amor hacia la Santísima Madre y al Señor, yo empecé cargando en la infantil y siempre tenía esa inquietud de querer cargar a la Santísima Madre, me recuerdo claramente que yo tenía unos 10 años cuando yo le dije a mi tía, quiero cargar a la Virgencita ella me está llamando y por la edad no me dejaban entrar, yo siempre la venia a ver tanto en la entrada como en la salida, sentía el llamado, ella siempre fue esa fuente que me daba mucha Paz, siempre le tuve mucha devoción y mucho cariño y al momento en que comenzamos con mi hermano ha involucrarnos más con la hermandad, ya fue más grande este llamado, fue más grande mi cariño y mi devoción.” – Lourdes Andrea Olivares Alvarado, Prosecretaria de la Hermandad de la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás.
Virgen de los Dolores de San Nicolás, Fotografía Douglas Barillas.
La Imagen de la Santísima Virgen de Dolores fue consagrada solemnemente el 20 de agosto del año 2000, en la Catedral Metropolitana de los Altos, por lo que en solemne cortejo procesional salió de su Parroquía de San Nicolás.
Virgen de los Dolores de San Nicolás, con la Parroquia al fondo, Fotografía Douglas Barillas.
La devoción de cada uno de sus devotos, devotas, socias y directivas, es porque nunca los abandona y sigue siendo como en los tiempos pasados un bastión importante para seguir creciendo en nuestra fé católica “La devoción hacia la Santísima Madre creo que poco a poco ha ido creciendo, porque al ver su imagen, nos refleja aquella tranquilidad, aquella pasión, aquella entrega que hizo ella desde el momento en que ella le dijo, Si al Señor, cada hermana le tiene fe, por tantos milagros, por tantas bendiciones que ella nos ha dado, tanto en vida como en salud y definitivamente en estos tiempos de pandemia creo que ella ha sido la que nos sostiene, para seguir adelante.” – Verónica Morales, Presidenta.
Virgen de los Dolores de San Nicolás, Fotografía Douglas Barillas.
Pero más que una compañía en la vida de sus fieles devotos, los testimonios reafirman por qué la Madre de los Dolores siempre será su fiel intercesora en los momentos más difíciles que como cristianos atravesamos en la vida. “Un agradecimiento al Señor por regalarle la vida a mi hijo, al más grande, el Señor me lo sano en una Velación, yo le pedía tanto a mi Señora, le pedía la paciencia de poder llevar y sobrellevar la enfermedad que él tenia, desde el primer momento que sucedió eso, yo le entregue a ella, mi servicio y trabajo, (…) mi agradecimiento hacia Ella es inmenso, he visto su mano en tantas cosas, donde Ella siempre nos abre los caminos.”– Verónica Morales, Presidenta.
El acto de consagración fue realizado por el ahora capellán del Papa Francisco, Monseñor Carlos Enrique Yarzebsky, quien fue delegado de Monseñor Víctor Hugo Martínez Contreras, Q.E.P.D. Arzobispo de los Altos.
Santísima Virgen de los Dolores de San Nicolás, Fotografía Gustavo Villagrán
Sin embargo, cuando hablamos directamente de la obra artística de imaginería que representa la bella talla de Nuestra Señora de los Dolores, es tocar los más profundos sentimientos de todos aquellos que buscan en ella un refugio, porque al observar a la Virgen de los Dolores nos da la catequesis de siempre ver al cielo en cualquier momento, “La verdad, las palabras se quedan cortas, al solo verla o venir a la Iglesia da una paz y una tranquilidad, en nuestro caso estamos tratando de llamar a las hermanas a que se acerquen, a que la vengan a contemplar (a la Madre), es un sentimiento tan especial, y aún más cuando es tiempo de Semana Santa uno la llega a mirarla de otra manera.” – Marcela Zelada, Secretaria.
La Imagen de la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás, es la primera imagen de una Dolorosa en ser consagrada en Quetzaltenango y la segunda imagen Mariana, ya que la primera fue la Santísima Virgen del Rosario, Patrona de la Ciudad de Quetzaltenango.
Santísima Virgen de los Dolores de San Nicolás en el altar mayor, Fotografía Gustavo Villagrán.
Las hermanas directivas de la Hermandad de la Santísima Virgen de los Dolores tienen bastante definido por qué seguir trabajando para la Madre y su institución. “Primeramente, es un honor, todos quisiéramos poder servirle, pero por diferentes cuestiones como de tiempo, económicas, las mismas decisiones de la Madre no se nos da el trabajar para ella y llegar a trabajar en su junta directiva es un verdadero honor, en segundo ser parte de la junta directiva, es una gran responsabilidad, porque estamos hablando de que nosotros estamos tomando las decisiones hacia la Santísima Madre y su institución y como esto va reflejarse en la sociedad quetzalteca, (…) porque a ella le vamos a dejar todo, podemos estar dejando familia, amigos, actividades cotidianas como salir con la familia o ir algún lado, trabajar en una directiva no es sencillo, al contario es muy pesado, más en fechas especiales como son las velaciones o Semana Santa, pero la madre siempre nos recompensa.” – Lourdes Olivares, Prosecretaria.
Hermanas de la Junta Directiva de la Hermandad de la Santísima Virgen de los Dolores de San Nicolás.
Ellas siempre lanzan la convocatoria a sus socias y devotas a participar en estas actividades, y estar presentes, en especial en las Velaciones en honor a la Santísima Madre. “Hemos sentido, que hemos tenido más el apoyo de más hermanas y así que estamos diciéndoles que la Madre las espera, que traigan a su familia y se unan más la Iglesia.” – Marcela Zelada. “Las futuras hermanas que quisieran ingresar, que se animen porque no hay mayor recompensa que llevarla a Ella en hombros, la conexión que se tiene en ese momento de llevarla en hombros o de tener honor del turno de salida o, de entrada, es algo que no se va a comparar con nada, es un momento intimo entre Ella y nosotras.” – Lourdes Olivares, Prosecretaria.
Virgen de los Dolores de San Nicolás por el Banco de Occidente, Fotografía Gustavo Villagrán
El día de su consagración la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás fue ataviada de blanco, el cual representaba la pureza de tan especial acto consagratorio.
Cruces consagratorias de la Virgen de los Dolores de San Nicolás, Fotografía Douglas Barillas.
La Hermandad de la Santísima Virgen de Dolores de San Nicolás, por motivos de cumplir el vigésimo segundo aniversario de consagración, realizará diferentes actividades en honor a la Santísima Virgen de los Dolores, teniendo Eucaristías de acción de gracias, siendo la principal el día 20 de agosto, así como la novena en honor a la Madre iniciado el día jueves 25 de agosto, el sábado 3 de septiembre se realizará un altar, para que sus devotos la puedan visitar en solemne romería y el día 4 de septiembre la Sagrada Eucaristía y el Solemne Cortejo Procesional que recorrerá las principales calles y avenidas de la ciudad Altence, donde María Santísima de los Dolores, bendecirá a todos sus hijos que devotamente salgan a su encuentro, preguntándole, ¿Mujer, por qué lloras?
R/. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V/. Resucitó según dijo; aleluya.
R/. Ruega por nosotros a Dios; aleluya;
V/. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R/. Porque resucitó en verdad el Señor; aleluya.
Oración:
¡Oh, Dios!, que te dignaste alegrar al mundo por la Resurrección de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo: concédenos, te rogamos, que por la mediación de la Virgen María, su Madre, alcancemos los gozos de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
Erwin Delgado
Director del Departamento de Ventas
Me agrada mi trabajo, no es fácil, pero me da la oportunidad de conocer a muchas personas, y generar una buena amistad, a la ves de poder brindar un buen servicio. Gracias a Dios. Locutor del Programa Nuevo Día con Dios desde Tempranito le acompaño de 06:30 a 08:30 de Lunes a Viernes.
Byron Valdizón
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Evelyn López
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Williams Valdizón
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Carolina Sierra
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