Por: Raúl Barillas.
En el Callejón de Huérfanas, en la casa número 2, actualmente 9ª. Calle “A” y 2ª. Avenida de la zona 1, en la segunda mitad del siglo XIX, se ubicaba el taller del prestigioso escultor Juan Ganuza Peláez, su talento era considerado un prodigio divino, se decía que por la mañana comenzaba a tallar un trozo de madera, y por la tarde, tenía un rostro terminado, cosa que a cualquier otro escultor le hubiera llevado por lo menos una semana.
Ese taller, fue mudo testigo de cómo se fue transformando la madera de cedro en un Cristo para cargar el santo madero de la cruz, su estatura 1 metro con 85 centímetros, un poco encorvado, de contextura ligera, su rostro triangular con finos detalles realzados por el renombrado pintor Paulino Ceballos, quien se dedicó a encarnarlo y darle apariencia humana, su exquisita orfebrería fue realizada por el connotado platero Antolín Cáceres.
Las familias bienhechoras de la época hicieron posible que esta sagrada imagen fuera puesta a la veneración pública en una Capilla sobre la Calle Real encomendada a los Terciarios Franciscanos, vecina del majestuoso Templo de San Francisco.
En 1876 el sagrado recinto fue expropiado por el Gobierno de la Reforma Liberal, con mucha angustia el Cristo Nazareno, Jesús Resucitado, el cuadro del Hermano Pedro, la Inmaculada Concepción que se encuentra hoy en el Guarda Viejo y algunos otros enseres, fueron trasladados con premura al antiguo Templo El Calvario que se ubicaba en un montículo conocido el sitio como “Cerro del Cielito” ubicado al final de la Calle Real.
Pasaron 18 años hasta que el 17 de enero de 1894 se recibe en el despacho del Calvario una carta teniendo como remitente la Tercera Orden Franciscana firmada por María Martínez y por Fray Antonio María Lanuza, en donde se solicitaba les fueran devueltos los bienes que se les enviaron en calidad de alojamiento años atrás.
La respuesta fue tajante, ¡no! argumentando que las imágenes ya gozaban de veneración entre la feligresía.
En 1932 el Nazareno, fue llevado al actual Templo, de donde el Miércoles de Ceniza 15 de febrero de 1956 fue sacado en un piadoso Vía Crucis.
Esta actividad se comenzó a organizar entre octubre y noviembre de 1955, el domingo de carnaval se organizó un convite con el estandarte antiguo de la Hermandad bordado en España, en donde los monaguillos repartían volantes en las calles y avenidas donde pasaría la piadosa Procesión.
El horario fijado para la salida fue las 18:00 horas se utilizó el anda llamada “de palo blanco” que pertenecía a Nuestra Señora de los Remedios teniendo una capacidad para 30 cargadores, su primer decorado fueron rocas y espinas, simulando la vía sacra, el Nazareno vistió una túnica color gris, portando una corona de espinas de plata estrenada para esa ocasión, en la parte frontal del andan se apreció un rotulo con la inscripción “Polvo eres y en polvo te convertirás”.
Se organizó el Turno de Honor Salida, la Primera Comisión de Honor Salida, el Turno de Honor Entrada, siendo el resto turnos ordinarios, durante el itinerario se rezó el Santo Vía Crucis, siendo ubicadas las estaciones en domicilios de familias piadosas, residentes en el Barrio
Cabe resaltar que el rezo fue dirigido por el joven Luis Gall y la señorita Socorro Barrios, conocida años después como “doña Coco”.
La parafernalia de la Procesión era sencilla, encabezada por un grupo de niños con incensarios, luego la Cruz Alta y Ciriales, una lira para levantar los cables, el antiguo Estandarte de la Hermandad, cabe resaltar que todos los participantes lo hacían con traje formal de calle.
En esa ocasión la Banda de Música fue dirigida por el Maestro Alfredo Dávila Rendón integrada por 25 músicos.
El primer recorrido fue: Salida del Templo, 18 Calle, 14 Avenida, 17 Calle, 6ª. Avenida, 18 Calle, ingresando al Templo a las 22:00 horas.