Cristo Rey del universo
La Solemnidad de Cristo Rey, celebrada el último domingo del año litúrgico, es una fiesta relativamente joven en el calendario católico. Instituida por el Papa Pío XI en 1925, buscaba contrarrestar el creciente secularismo y nacionalismo que amenazaban la paz mundial. El Papa veía en el reconocimiento de la realeza de Cristo un antídoto contra las ideologías que negaban la autoridad de Dios y promovían la división.
Originalmente celebrada el último domingo de octubre, la fiesta fue trasladada al final del año litúrgico por el Papa Pablo VI en 1969. Este cambio enfatiza a Jesucristo como la meta final de nuestra peregrinación terrenal, el culmen de la historia de la salvación que celebramos a lo largo del año.
La realeza de Cristo no se asemeja a los reinos de este mundo. No se basa en el poderío militar, la riqueza o la opresión. Como nos recuerda el Evangelio, Jesús es un rey que sirve, que se entrega por amor a los suyos. Su trono es la cruz, su corona es de espinas y su cetro es un cayado de pastor que guía a su rebaño.
Los textos bíblicos de la fiesta, que varían según el ciclo litúrgico, nos ofrecen una visión completa de la realeza de Cristo. El Evangelio de Mateo (25, 31-46), por ejemplo, nos presenta a Jesús como juez que separa a las ovejas de las cabras, a los justos de los injustos, según sus obras de misericordia. Este pasaje nos recuerda que el reinado de Cristo se construye con amor al prójimo, especialmente a los más necesitados.
Otros textos, como el Apocalipsis de San Juan, nos muestran a Cristo como Rey victorioso, Señor del universo y de la historia. Esta imagen nos llena de esperanza, pues nos asegura que el bien triunfará sobre el mal y que la justicia de Dios prevalecerá.
La fiesta de Cristo Rey nos invita a reflexionar sobre cómo vivimos nuestra fe en un mundo que a menudo rechaza a Dios y sus valores. Nos llama a ser testigos del amor de Cristo en nuestra vida diaria, a construir su reino de justicia y paz en nuestras familias, comunidades y sociedades.
La Solemnidad de Cristo Rey es una ocasión para renovar nuestra fe en Jesucristo, reconocerlo como nuestro Señor y Salvador, y comprometernos a vivir como ciudadanos de su reino. Es un llamado a construir un mundo más justo, solidario y fraterno, donde el amor de Dios reine en los corazones de todos.