
Domingo de la Divina Misericordia
Hoy, la Iglesia Católica en todo el mundo celebra con profunda alegría y recogimiento el Domingo de la Divina Misericordia, una festividad instituida por San Juan Pablo II en el año 2000 durante la canonización de Santa Faustina Kowalska. Este día especial, que tiene lugar el segundo domingo de Pascua, es una invitación apremiante a confiar en la inmensa misericordia de Dios y a practicarla con nuestros semejantes.
Las celebraciones litúrgicas en todas las parroquias han estado marcadas por la lectura de pasajes del Evangelio de Juan que narran la aparición de Jesús resucitado a sus discípulos, especialmente el encuentro con Tomás, a quien invita a tocar sus llagas como signo de su victoria sobre la muerte y de su amor infinito. Este pasaje es central en la comprensión de la Divina Misericordia como un don pascual que ofrece perdón, paz y sanación.
En la Plaza de San Pedro, el Santo Padre presidió la Santa Misa y el rezo del Regina Caeli, dirigiendo un mensaje a los fieles sobre la importancia de acoger la misericordia divina en nuestras vidas y convertirnos en instrumentos de esa misma misericordia para los demás.
«En este Domingo de la Divina Misericordia, el Señor nos muestra su corazón abierto, fuente inagotable de amor y perdón», expresó el Pontífice. «Acerquémonos a esta fuente con confianza, dejémonos sanar por su gracia y llevemos a nuestros hermanos y hermanas el consuelo que brota de su misericordia».
La devoción a la Divina Misericordia tiene su origen en las revelaciones privadas que tuvo Santa Faustina Kowalska, una religiosa polaca que vivió a principios del siglo XX. Jesús mismo le pidió que difundiera su mensaje de misericordia al mundo entero, encomendándole la misión de recordar la profundidad del amor de Dios por cada ser humano, especialmente por los pecadores y los que sufren.
Uno de los elementos centrales de esta devoción es la imagen de Jesús Misericordioso, tal como fue revelada a Santa Faustina, con rayos de luz roja y blanca emanando de su corazón, simbolizando la sangre y el agua que brotaron del costado de Cristo en la cruz, fuentes de vida y de misericordia para la humanidad.
También es fundamental en esta celebración la Coronilla a la Divina Misericordia, una oración especial que se reza utilizando un rosario común, ofreciendo al Padre Eterno el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesucristo, en expiación por nuestros pecados y los del mundo entero.
Las promesas de Jesús a quienes practican la devoción a la Divina Misericordia son numerosas y llenas de esperanza, incluyendo la gracia de la salvación, la paz del corazón y la asistencia especial en la hora de la muerte.
En Guatemala, al igual que en el resto del mundo, las parroquias han organizado jornadas de oración, confesiones y actos de caridad en este día especial. Muchos fieles han participado en procesiones con la imagen de Jesús Misericordioso y han rezado la Coronilla con fervor, buscando experimentar la profundidad del amor divino.
El Domingo de la Divina Misericordia nos recuerda que el amor de Dios es más fuerte que el pecado y la muerte, y que siempre tenemos la oportunidad de volvernos a Él con confianza, encontrando en su corazón misericordioso el perdón y la paz que anhelamos. Es un llamado a ser testigos de esta misericordia en nuestro entorno, llevando consuelo y esperanza a quienes más lo necesitan.