El Mico y la Paloma. Símbolos mágicos de la Tradición del Corpus Christi guatemalteco.

El sol del tercer jueves más grande del año litúrgico irradia con mayor fulgor en las principales arterias de la Ciudad de Guatemala, cuyo ambiente caluroso recuerda una de las mayores fiestas de religiosidad popular en nuestro país, siendo una de ellas la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo; conocido tradicionalmente como “La Fiesta del Corpus Christi”.


La Nueva Guatemala de la Asunción, heredera de innumerables manifestaciones de fe, de costumbres y tradiciones -las cuales habían alcanzado su mayor esplendor desde sus anteriores asentamientos-, abrió en este valle un espacio para que las masas continuaran velando y perpetuando sobre estas representaciones con un máximo vigor hacia un conglomerado eminentemente creyente de sus prácticas religiosas y totalmente conservadora en sus expresiones de piedad popular.

Dentro de ese marco, Guatemala reviste sus principales raíces reuniendo al pueblo, hombres, mujeres y niños para rendir tributo y reverencia hacia un patrón titular. Festividades llenas de colorido, sonidos vivos del Pito y el Tambor, sabores del selecto menú de cada una de estas actividades y el bullicio alegre de una feligresía que acapara cada uno de los templos para vincular su espiritualidad por medio de la sangre de Cristo, se vuelven en verdaderos epicentros de participación masiva en las conexiones que estas transmiten a un grupo o comunidad determinada de fieles católicos.

Hemos de recordar que el Corpus ha vivido distintas modificaciones con el paso de los siglos, algunas cosas se han perdido pero otras se han aportado. Por ejemplo, se perdió la austeridad iniciada desde la época colonial pero se agregaron otros elementos populares como los “micos y las palomas”, dos elementos imprescindibles para el jueves de Corpus, cuyos símbolos pretendemos difundir en esta oportunidad dadas las implicaciones de desconocimiento que existe en nuestra sociedad alrededor de este hábito que no puede faltar cada año, especialmente con las parejas de jóvenes y señoritas. Desde mediados del Siglo XIX, este tipo de representaciones se encuentran identificadas en los relatos de Don Ramón A. Salazar en Tiempo Viejo, Recuerdos de mi Juventud, testificando la interpretación que se hace de las parejas en medio de la liturgia del día de Corpus. Las Señoras con sus grandes mengalas y los hombres ataviados de traje de calle y sombrero complementaban este marco interesante que, paulatinamente fue evolucionando hasta hoy en nuestra sociedad.


Un hincapié inmediato hacia esta práctica es por medio del estudio etnográfico, cuyo proceso puede evidenciarse para ese día de la siguiente manera: Concluida la visita al Santísimo Sacramento en la Catedral, los jóvenes consolidaban sus relaciones afectivas remitiéndose una fruta de la temporada, regularmente representadas por los deliciosos membrillos -los hombres- y exquisitas peras – las mujeres-, con un mensaje de amor y amistad personificado en figuras de micos y palomas.

De ser correspondido el mensaje – a pesar de que algunos eran “mishes” para esta manifestación y otros eran sumamente “aventados” para los encuentros con sus enamoradas, se entablaba una relación de noviazgo que concluía en matrimonio y la consecuente conformación de un núcleo familiar.
La fiesta del Jueves de Corpus antiguamente se relacionaba con el amor. Su razón descansa desde la anterior llegada de los españoles acompañados de los primeros evangelizadores, en la cual los integrantes de las sociedades originarias celebraban el cambio de temporada seca a lluviosa, marcado por el equinoccio de verano, tiempo de apareamiento en la naturaleza con grandes festivales estacionales realizadas por los diferentes grupos populares de la cultura prehispánica.1


Estos festivales fueron aprovechados como especificidad cultural por los primitivos evangelizadores y las integraron a la fiesta del amor de los amores que es Jesucristo. Se usan frutas -peras y membrillos– por ser de esta temporada; simultáneamente busca una especial vinculación con la cosecha que se ha levantado de los huertos y hortalizas y que se presentan como ofrendas al creador, una costumbre propia de la cultura y cosmovisión maya que, a decir verdad, ha sabido mantener su espíritu ancestral de esta forma pero con una serie de mecanismos de actualización para saber llevar estas prácticas discursivas a toda la sociedad, especialmente la que se encuentra en las plazas centrales de los pueblos guatemaltecos en los jueves de Corpus. Según anota el profesor Juan Alberto Sandoval, cada uno de los mensajes enviados por los caballeros hacia sus novias está materializado con palomas, siendo estas las aves principales en llevar un mensaje directo hacia un individuo tal y como antiguamente se daba en la cultura europea. Posteriormente, las señoritas contestan estas misivas a través de la figura de los micos cuyos animales están también reflejados a partir de la cosmovisión prehispánica maya.2

Como hemos podido observar en algunas oportunidades, los micos y las palomas suelen estar “ensartados” en el tallo del palo del amor –conocido como árbol de plátano- y se encuentran fácilmente en el atrio de los templos con los diferentes vendedores ambulantes y artesanos. En la Catedral Metropolitana del Centro Histórico de la Ciudad, esta praxis es notoria gracias a la cantidad de individuos que adquieren una de estas figuras, permitiéndoles no sólo transmitir un sentimiento de estima y aprecio hacia su pareja, sino también porque se ven identificados con una de las tradiciones poco conocidas aún dentro de nuestro suelo nacional durante estos días. No podemos olvidar que la fiesta de Corpus Christi, cuyo término en latín significa cuerpo de Cristo, es una fiesta eminentemente católica en la cual se celebra la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Se trata de recordar la institución primitiva de la eucaristía que tuvo lugar el jueves Santo, durante la última cena de Jesús con sus discípulos, quien momentos antes de consumar su existencia ante sus seguidores, estableció el nuevo mandamiento consagrado en el amor hacia nuestro prójimo de forma perpetua.


Esta solemnidad se celebra sesenta días después del Domingo de Resurrección, es decir, el jueves siguiente a la solemnidad de la Santísima Trinidad que tiene lugar el domingo posterior a Pentecostés. Dichas celebraciones de Corpus Christi incluyen procesiones en las calles y lugares públicos de nuestro país en los cuales el cuerpo de Cristo es exhibido y acompañado por una multitud considerable de fieles devotos bajo el sonido de campanillas, alabados eucarísticos y la presencia de la pólvora infaltable para tales actividades.

Fiesta cristológica de gran raigambre popular perfilada desde sus orígenes en Europa en el siglo XIII hasta nuestros días, ha visto pasar etapas donde se alternaron factores esenciales como la espectacularidad y la sobriedad, la ostentación y la decadencia, el bullicio y el recogimiento, la pasión y la apatía. Es así, como esta solemnidad forma un magnífico sendero en la cohesión de un grupo que reafirma sus valores y sus costumbres por medio de estas floridas celebraciones religiosas.

De tal forma, en el terreno guatemalteco este tipo de expresiones han sido un espejo fiel de las realidades que colindan con las sociedades contemporáneas de nuestro país, siendo el Corpus Christi un tejido cultural perfecto hacia la redención, el cobijo y el inagotable amor que derrama la sagrada custodia de nuestro amo Jesús cada vez que los corazones de sus devotos encuentran una alternativa para autoabastecerse de la paz y el amor en sus vidas y con sus parejas. La grey católica decide para este día especial, buscar un ajuste claro y diestro para emplear de una forma mucho más hábil el amor hacia una persona en especial por medio de estos símbolos pertenecientes a las culturas mayas y europeas – el mico y la paloma-.

Por lo tanto, es una amalgama de expresiones que se viven todos los años en cada una de las regiones de esta tierra y es así como se perduran estas tradiciones a lo largo del año en concordancia con las consejas que se transmiten de generación en generación, especialmente las que se circunscriben dentro del contexto de la fiesta del Corpus en Guatemala. Y ya para cerrar, terminaremos por incentivar el valor de esta tradición para todos y todas, sugiriendo que acuda con su enamorado(a) a venerar el Santísimo este jueves, luego vayan a comprar un mico y una paloma y obséquienselo entre sí –de acuerdo a su género- para posteriormente robustecer una relación amorosa en medio del estruendo sonido de cohetes, bombas voladoras, la voz rectora de la Chepona y el exquisito aroma del pepián de tres carnes y los chiles rellenos que empiezan a prepararse en cada una de las “champitas” del Parque Central de la Ciudad en un llamado a la merienda propia del día para las nuevas parejas de novios que empiezan su camino de romance bajo el teñido ambiente de un jueves de Corpus Christi novoguatemalense.

“¡Aprovéchate Matías que no es de Todos los Días!”.

 

Por: Ángel Ricardo Román Contreras – Estudiante de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala / Redacción de Noticias Estrella

 

1 Tomado de Prensa Libre en su artículo titulado “La Fiesta del Corpus Christi, una tradición antiquísima”. Mayo de 2016. Consultado a través del sitio https://www.prensalibre.com .
2 Entrevista realizada en 2015 al Licenciado Juan Alberto Sandoval. Último acceso en Junio de 2022. https://www.prensalibre.com .

Referencias:
 Entrevista realizada en 2015 al Licenciado Juan Alberto Sandoval. Último acceso en Junio de 2022. https://www.prensalibre.com .
Tomado de Prensa Libre en su artículo titulado “La Fiesta del Corpus Christi, una tradición antiquísima”. Mayo de 2016. Consultado a través del sitio https://www.prensalibre.com .