El Papa León XIV preside el Jubileo de los presos en San Pedro

En un evento cargado de esperanza y misericordia, el Santo Padre León XIV presidió hoy la Santa Misa en la Basílica de San Pedro con motivo del Jubileo de los Presos, el último Gran Evento de este Año Santo 2025. La celebración reunió a miles de personas vinculadas al mundo carcelario, incluyendo reclusos, capellanes, voluntarios y personal penitenciario, procedentes de más de 90 países.

La Homilía: Un Llamado a la Misericordia y al Nuevo Comienzo


En su homilía, el Papa León XIV hizo una profunda reflexión sobre el significado bíblico del Jubileo como un «año de gracia» en el que a todos se les ofrecía la posibilidad de «empezar de nuevo» (Levítico 25,8-10).

El Santo Padre reconoció abiertamente las dificultades del entorno carcelario, pero enfatizó la necesidad de perseverar: «La cárcel es un entorno difícil y hasta las mejores intenciones pueden encontrar muchos obstáculos. Precisamente por eso, no hay que cansarse, desanimarse o retroceder, sino seguir adelante con tenacidad, valentía y espíritu de colaboración».

Citando el famoso comentario de San Agustín sobre la adúltera perdonada, el Papa subrayó el lema central de la fe cristiana: «Nadie se pierda… que todos se salven» (Juan 6:39; 1 Timoteo 2:4).

“Del duro terreno del sufrimiento y el pecado brotan flores maravillosas,” afirmó el Pontífice. “E incluso entre los muros de las prisiones maduran gestos, proyectos y encuentros extraordinarios en su humanidad.”

El mensaje del Papa se centró en la justicia reparadora y la dignidad inalienable de toda persona. Subrayó que, a pesar de los errores cometidos, el Señor nos repite: «Vete y en adelante no peques más». La fe, la esperanza y el compromiso con el bien, incluso en la reclusión, son el camino para que el futuro sea mejor.

Un Símbolo de Esperanza


La jornada culminó con la Misa en la Basílica, luego de que los peregrinos del mundo carcelario realizaran una peregrinación a la Puerta Santa de San Pedro.

Este Jubileo de los Presos no solo fue un momento de oración y reflexión espiritual, sino también un poderoso gesto social y humano, reafirmando el compromiso constante de la Iglesia con aquellos que están en los márgenes de la sociedad. El Papa instó a las autoridades y a la sociedad a seguir trabajando por un mundo donde la justicia no excluya la misericordia y donde el arrepentimiento siempre abra la puerta a una nueva vida.

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