Escuchen el grito de los más pobres

En una emotiva celebración de la IX Jornada Mundial de los Pobres, el Papa León XIV lanzó este domingo un llamamiento contundente a la comunidad internacional. Desde la Plaza de San Pedro, el Pontífice exigió a los responsables de las naciones que no ignoren el sufrimiento de los más vulnerables, vinculando directamente la pobreza con la falta de paz mundial.

Un llamado a la responsabilidad política

Durante el Ángelus y la homilía de la misa celebrada en la Basílica de San Pedro, León centró su mensaje en la urgencia de pasar de la retórica a la acción. Bajo el lema de este año, el Papa enfatizó que el «grito de los pobres» se ha vuelto ensordecedor debido a los conflictos bélicos y la desigualdad económica.

«Que los responsables de las naciones escuchen el grito de los más pobres. No se puede construir la paz ignorando la justicia social y el hambre de millones de hermanos,» aseveró el Santo Padre.

El Papa subrayó que la política debe estar al servicio de la persona humana y no de intereses financieros o estratégicos que perpetúan la exclusión.

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Los puntos clave del mensaje papal

Según la información difundida por los medios vaticanos, el mensaje del Papa se articuló en tres ejes principales:

  • La conexión entre guerra y pobreza: El Papa denunció cómo el comercio de armas y los conflictos geopolíticos drenan recursos que deberían destinarse al desarrollo de los pueblos.
  • La indiferencia global: Criticó la «cultura del descarte» que normaliza ver a personas viviendo en la calle o huyendo de sus hogares sin que esto genere una reacción solidaria.
  • La esperanza cristiana: A pesar del panorama sombrío, invitó a los fieles a ser «peregrinos de esperanza» (en sintonía con el Jubileo 2025), recordando que la caridad no es solo dar limosna, sino restaurar la dignidad.

Un almuerzo de fraternidad

Como es tradición desde que instituyó esta jornada en 2017, el Papa no se limitó a las palabras. Tras la liturgia, compartió un almuerzo en el Aula Pablo VI con 1.300 personas en situación de pobreza, indigentes, migrantes y refugiados, quienes fueron atendidos por voluntarios de la Cruz Roja y otras organizaciones benéficas.

Este gesto simbólico busca recordar a la Iglesia y al mundo que los pobres no son una cifra estadística, sino personas con rostro e historia que deben sentarse a la mesa común de la humanidad.

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