Jesús de la Merced: Una Devoción que consagra los Siglos
Dentro de los inventarios que están bajo el resguardo de los grupos de cofrades y de la iglesia católica de Guatemala en un periodo que corre desde el Siglo XVI hasta el Siglo XVIII, se conocía sobre la existencia de varias imágenes bajo la advocación de Jesús Nazareno con la cruz a cuestas, pero al hablar de las pertenencias de la Orden Mercedaria -especialmente la que se encontraba en la otrora Ciudad de Santiago de Guatemala-; se sabe que en la primera mitad del siglo XVII la cofradía contaba con una imagen nazarena, la cual era dada en calidad de préstamo a la cofradía con el mismo nombre y que era colocada en su capilla y utilizada para cumplir las funciones de este grupo religioso.
El maestro Mateo de Zúñiga esculpió una imagen entre los años de 1654 y 1655 solicitada por los mayordomos de la Cofradía penitencial de Jesús Nazareno del convento de las Mercedes Juan Manuel Vásquez Montiel y Nicolás Pérez de Santa María.
Sin embargo, Mateo de Zuñiga al no realizar el encarnado de la imagen, decidió hacer un trabajo compacto de la mano del maestro Joseph de la Cerda, quien era encarnador, entregándole la talla en blanco para que realizara el trabajo propio de su oficio sobre esta escultura. Finalmente, el 27 de marzo de 1655 es entregada la imagen a la cofradía y al mismo tiempo es bendecida por Fray Domingo de Izaguirre, quien de inmediato otorgara la autorización para que dicha escultura fuera colocada en la capilla de la Cofradía para su veneración y culto, siendo esta imagen -Jesús de la Merced- a quien actualmente lo vemos desfilar estas calles citadinas año con año para los Martes Santos y Viernes Santos en su tradicionales e históricas procesiones enmarcadas dentro de la Semana Mayor.
Para esta oportunidad, debemos de reconocer fehacientemente la fuerte carga histórica que aquella fecha del 5 de agosto de 1717 significó dentro del ideario social de los habitantes de la Ciudad de Santiago llegando a constituirse hasta nuestros días, como un hito que marcara el antes y después de una de las devociones más arraigadas en nuestro país. Un hecho celebrado con tanta devoción fue el acto de consagración de Jesús Nazareno de la Merced. Al asomarse ese día, se hacían notar los preparativos en el templo mercedario, cuyos movimientos hacían suponer lo singular de la ceremonia en este suelo americano, sin asimilarse con algún otro que estuviera documentado con tal magnitud como el que figuraba con este Nazareno. La consagración fue efectuada por el franciscano Fray Juan Bautista Álvarez de Toledo, primer obispo guatemalteco en ocupar la silla episcopal en la diócesis de Guatemala a partir de 1714, a quien se le encomendara la tarea de llevar a cabo un acontecimiento como el que hemos mencionado con anterioridad. Esta bella imagen que tan sólo llevaba sesenta y dos años de estar expuesta a la veneración de sus devotos, despertaría gran conmoción para la sociedad santiagueña debido a las características que tenía dentro de sí esta imagen; siendo una de ellas y la más visible de todas la absoluta belleza perfectamente sublimada en manos de su creador Mateo de Zuñiga. La unción consagratoria de Jesús de la Merced sería un acontecimiento que trastocaba por un lado la fastuosidad, la elegancia y la magnificencia de una de las imágenes que gozaba para ese momento de un gran arraigo devocional entre los fieles que lo veneraban con tanto rigor y por otro lado, la posición socioeconómica reflejada en la decoración soberbia puesta en escenario dentro del Altar Mayor de este recinto mercedario costeada por el mayordomo y comerciante Juan Antonio Colomo, perteneciente a la cofradía mercedaria.

del archivo de la Hemeroteca Nacional de Guatemala
Era la Víspera de la Transfiguración del Señor, cuya celebración era un punto de vinculación directa para entender porque este acto religioso reforzaba este momento como una transfiguración dada del divino salvador materializada en la escultura de los cofrades mercedarios. Es así como encontramos un gran aporte para este hecho histórico reflejado en el magistral sermón dado por Fray Antonio de Loyola, el cual pone de manifiesto para la posteridad una gran joya literaria ajustada con las profundas raíces litúrgicas enmarcadas bajo un armonioso espíritu barroco, propio del Siglo XVIII. En el instante que Fray Juan Bautista iniciara el rito de la consagración, lo acompañaron los diferentes sacerdotes de las principales órdenes religiosas circunscritas en la Ciudad, siendo una de ellas la dominica quien apadrinó el acto. Es necesario resaltar que el proceso para realizar este rito sobre la imagen de Jesús de la Merced, correspondía en el de frote de óleos haciendo la señal de la cruz, en donde después fueron colocados pequeños signos con formas de cruces, las cuales representaban un verdadero énfasis en la anatomía cristológica del Señor. También es necesario acotar la presencia de la cruz de Jesús la cual había sido ungida en primera parte por el Obispo y posteriormente, por toda la parte escultórica del Nazareno desde sus pies, manos, frente hasta llegar al pecho. Concluido este ceremonial, se cantó él Te Deum e instantáneamente se escucharon el repique de campanas del templo mercedario acompañados de la quema de pólvora por medio de castillos de fuego, artillería y cantidad múltiple de pirotecnia la cual dejaba más que impresionada a la Ciudad en ese momento. Fruto de esos aconteceres, actualmente se considera esta consagración como una de las más grandes fiestas barrocas que han existido en el país y que se han encontrado plenamente documentadas dentro del acervo religioso de los mercedarios, así como dentro de los textos de cronistas civiles como el del Capitán Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán por más de tres siglos.

del archivo de la Hemeroteca Nacional de Guatemala
Un dato que vale la pena de resaltar y al mismo tiempo de aclarar dado por el Presbitero Domingo Juarros a principios del Siglo XIX, alude al rito consagratorio de Jesús de la Merced efectuado de la misma forma y con la misma práctica que Nuestra Señora de los Reyes en Sevilla, el cual hasta ahora, no ha aparecido registrado más que sólo por una coronación realizada pero en fechas posteriores. En relación a ello, también resulta extraño no contar con alguna fuente primaria proveniente del área episcopal que pueda servirnos para dibujar el cuadro histórico entorno a este hecho, el cual es una enorme tarea para el investigador(a) tratar de incursionar para intentar localizar un documento sobre este peculiar suceso. Por lo tanto, esta celebración fue única en Hispanoamérica y tradujo por completo el hondo misticismo del pueblo guatemalteco, tan acendrado para ese entonces, por unas ideas que traspasaban el sentido de diferencias sociales y económicas en un sólo instante donde uno de los mayores referentes espirituales nacientes en Santiago de Guatemala desde 1655 como lo era Jesús de la Merced, había reunido con tanta algarabía, boato y suntuosidad a un pueblo dinámico y profundamente creyente como el nuestro, para capturar aún más la fe y el amor de sus fieles postrados ante su hermosa talla, fruto de las ideas barrocas dieciochescas que vieron reproducir en esta escultura un parte aguas determinante en su devenir histórico.
Por: Darla Anahite García Mejía – Estudiante de Historia, Universidad de San Carlos de Guatemala