
La Visitación
La Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel es uno de los pasajes más conmovedores y significativos en la narrativa de los Evangelios, celebrado con profunda devoción en la tradición católica. Este evento, narrado en el Evangelio de Lucas (1, 39-56), no solo es un testimonio de caridad fraterna, sino también un poderoso signo de la presencia de Dios en la vida de los hombres.
El Contexto del Encuentro
Después de la Anunciación, donde el Ángel Gabriel le reveló a María que concebiría a Jesús por obra del Espíritu Santo, también le informó que su prima Isabel, a pesar de su avanzada edad, estaba en su sexto mes de embarazo. Este detalle, aparentemente menor, fue una señal de Dios para María, confirmando que «nada es imposible para Dios» (Lucas 1, 37). Impulsada por la caridad y el deseo de ayudar a su prima anciana, María se puso en camino «rápidamente» hacia una ciudad de Judá, en la región montañosa.
Un Saludo Lleno del Espíritu Santo
Al llegar a la casa de Zacarías, esposo de Isabel, María saludó a su prima. Lo que ocurrió a continuación es el corazón de este misterio: «En cuanto Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: ‘¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿De dónde a mí tanto bien, que venga a visitarme la madre de mi Señor? Porque apenas oí tu saludo, la criatura saltó de alegría en mi vientre'» (Lucas 1, 41-44).
Este encuentro es un testimonio elocuente de la acción del Espíritu Santo. Isabel, iluminada por el Espíritu, reconoce a María como la Madre del Señor y a Jesús, aún no nacido, como el Mesías. El salto de Juan el Bautista en el vientre de Isabel se interpreta como un reconocimiento gozoso de la presencia de su Salvador, incluso antes de nacer, un momento de santificación y preparación para su futura misión como el Precursor.
El Canto del Magníficat
La respuesta de María a las palabras de Isabel es el célebre Magníficat, un himno de alabanza y acción de gracias a Dios que ha sido parte de la liturgia de la Iglesia a lo largo de los siglos:
«Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí; Santo es su Nombre, y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Ha hecho proezas con su brazo; dispersó a los soberbios de corazón, derribó del trono a los poderosos y enalteció a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y a los ricos despidió con las manos vacías. Auxilió a Israel, su siervo, recordando su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre» (Lucas 1, 46-55).
El Magníficat es una profunda expresión de la fe, la humildad y la confianza de María en el plan divino. Revela su comprensión del poder y la justicia de Dios, que eleva a los humildes y derriba a los orgullosos.
Significado Teológico y Espiritual
La Visitación ofrece múltiples enseñanzas para los católicos:
- Caridad Fraterna: María, a pesar de su propia situación extraordinaria, se preocupa por las necesidades de su prójimo, mostrando un ejemplo de servicio desinteresado.
- Reconocimiento de Jesús: Isabel, llena del Espíritu Santo, es la primera en reconocer públicamente a Jesús como el Señor, antes de su nacimiento.
- Santificación en el Vientre Materno: El salto de Juan el Bautista sugiere una santificación prenatal, destacando la importancia de la vida desde la concepción.
- La Humildad de María: El Magníficat subraya la humildad de María, quien se reconoce como «la esclava del Señor», y su profunda gratitud por las «grandes cosas» que Dios ha hecho en ella.
- La Alegría de la Presencia de Cristo: El encuentro está marcado por la alegría, un fruto del Espíritu Santo que acompaña la presencia de Cristo.
La Visitación es un recordatorio de que Dios se manifiesta a través de las personas y de los encuentros llenos de fe. Es un evento que celebra la gracia divina, la caridad y la alegría que la presencia de Cristo trae al mundo.