Era un joven cristiano que sobresalía en la reciente iglesia de Perugia por su celo y por generosidad, unida a una gran severidad hacia sí mismo. Fue elegido obispo de Perugia cuando todavía no tenía 30 años. Era prudente, sabio en el apostolado, maduro en la caridad, misericordioso en la autoridad, y se demostró un obispo providencial sobre todo en los años de la persecución de Marco Aurelio. Fue apresado y torturado y por fin decapitado, junto a numerosos cristianos de su grey.
Según otra leyenda, de la que hay cuatro versiones, fue conducido frente al Cónsul Lucio durante la persecución de Antonino Pío y brutalmente azotado, y luego encerrado con otros compañeros en un horno ardiente, del cual salieron ilesos. Llevado de vuelta a la cárcel, convirtió a sus guardias, que le ayudaron a escapar. Refugiado en la casa de un tal Anastasio, cristiano, fue -junto con éste- de nuevo arrestado. Después de varias peripecias en las cárceles de Asís y Spello, fue decapitado en Foligno.