«Padre de los pobres y amigo de los humildes, agraciado con el don de milagros, este gran penitente obtuvo numerosas conversiones en el confesionario. Creó muchas fundaciones dedicadas a paliar las graves carencias de los desheredados»
Al examinar los primeros años de su vida parece como si la calamidad se hubiese instalado en su humilde familia y en su propio devenir. Su padre murió joven, la mayoría de sus hermanos fallecieron en la adolescencia y él estuvo aquejado por violentos ataques de epilepsia que se manifestaban con frecuencia. Fueron circunstancias penosas, ciertamente. Pero no condicionaron su existir.
Nació en Voltaggio, Italia, el 22 de febrero de 1698. Su infancia estuvo marcada por la inclinación a lo divino. A los 13 años un primo sacerdote, canónigo de Santa María in Cosmedin, se lo llevó consigo y comenzó sus estudios en el colegio romano de los jesuitas, que completó con los dominicos. Hubo un paréntesis creado por su tendencia a la realización de intensas penitencias que minaron su salud y tuvo que restablecerse fuera del colegio. A su tiempo se percató de que el ayuno de las pasiones es la vía directa para conquistar la santidad, y de que la obediencia a la consigna del director espiritual preserva de errores como dejarse llevar por el propio juicio. Con todo, juzgó que su experiencia le puso a resguardo del orgullo y de la ambición que, de otro modo, hubieran acompañado a sus logros intelectuales. Sostuvo su ascenso espiritual con fervorosa oración. Y al final culminó con éxito sus estudios.