“Un pueblo que pasa por una de sus horas felices”.
La Quema del Diablo en la tradición Popular guatemalteca

Tradicional piñata de la Quema del Diablo
A partir de las 05:30 horas del 7 de Diciembre en Víspera de la fiesta Universal que recuerda la figura eminente de la Virgen María en su limpia e inmaculada concepción, la Ciudad de Guatemala comienza a revestirse de una atmósfera extraña y a la vez muy interesante. Las familias de antañonas casas del casco urbano abren sus puertas y junto a las aceras de sus domicilios comienzan a dispersar algunos objetos inflamables para dar inicio a los famosos “fogarones” de las 6 de la tarde. Se barren los rincones del hogar, se riega agua bendita y se reza el avemaría para luego, prender en llamas aquello que nos hace recordar la milenaria ciudad de Roma que fue incendiada por los cuatro costados por el Emperador Nerón.
Sones y alabados, olor a pino, manzanilla y el ponche caliente son los ingredientes esenciales para la composición ritual de este momento que forma parte -hasta hoy- de nuestra cultura como guatemaltecos(as); quienes en medio de esta antigua tradición de hacer fogatas para este día, reivindican simultáneamente esta costumbre como un medio para purificar sus viviendas de posibles energías malévolas reunidas durante todo el año. Así pues, la tradicional Quema del Diablo en Guatemala contiene una carga simbólica extremadamente fuerte la cual se perfila a través de las fuentes primarias escritas alrededor del siglo XVII, XVIII, XIX y XX.

La Inmaculada Concepción de TIEPOLO, GIAMBATTISTA
En Guatemala, la quema del diablo indica la apertura del ciclo de las fiestas de Navidad y Fin de año, cuyo hecho desarrolla múltiples manifestaciones populares que culminan con el día de la Virgen de Candelaria, el 02 de Febrero de cada año.
En ese sentido, para tratar de comprender estas expresiones del ideario guatemalteco, es necesario remontarnos como bien lo mencionamos anteriormente, en los periodos de colonización hispana y de vida independiente, donde dicha actividad obedece a dos tipos de órdenes fundamentales; tanto civiles como religiosos.
Al respecto, Miguel Álvarez, Cronista de la Ciudad de Guatemala en su tesis publicada en el año de 1980 “Aproximación etnográfica e histórica de las tradiciones populares de la Navidad en el Departamento de Guatemala”, nos dice que las famosas “luminarias” eran adornos festivos utilizados para las celebraciones civiles y religiosas desde la segunda mitad del siglo XVII, especialmente cuando se celebraba un hecho relacionado con la estirpe real de la monarquía española[1]

Foto Cerrito del Carmen
Algunos de estos hechos se encuentran plenamente documentados en algunos registros ubicados en el Archivo General de Centroamérica, el cual uno de ellos expresa a través de un bando publicado el 18 de diciembre de 1742 la orden de colocar faroles y decoraciones con motivo de celebrar el aniversario del nacimiento del Rey Felipe V[2]
Asimismo, durante el siglo XIX las luminarias aparecen vigentes con un matiz peculiar en este tipo de manifestaciones de carácter civil, tal como el que se llevó a cabo por parte del Noble Ayuntamiento de la Ciudad de Guatemala en virtud de la restitución al trono real de Fernando VII, encendiéndose luminarias las noches del 12 y 13 de mayo de 1821[3]
De hecho, no podemos obviar las luminarias que se realizaron el 15 de septiembre de 1821 y en Marzo de 1847. El primero evocaba la emancipación política de España con el Antiguo Reino de Guatemala por cuyo proceso se decidió por parte del cabildo metropolitano de aquel entonces lanzar salvas de artillería y hacer tres días de iluminación los cuales aparecen escritos en el acuerdo 18 del acta de independencia firmado dentro del Real Palacio de la Plaza Mayor[4]. El segundo se encontraba inscrito dentro del régimen conservador al momento de darse la fundación de la república el 21 de marzo de 1847 por el General Rafael Carrera y Turcios.
De esta manera, esta manifestación se traduce en primer lugar al carácter hegemónico español que fecundaba su poder por medio de estas celebraciones en las cuales las colonias americanas, especialmente la Capitanía General de Guatemala, se sometían a realizarlas con tal preeminencia hacia la familia real monárquica; y por otro lado, la idea quedó insertada en el suelo guatemalteco incluso en acontecimientos como los que se efectuaron en 1847 con el nacimiento de una unidad nacional republicana.
Por otro lado, el orden religioso es el que le da nombre a este acto y la denomina como “La Quema del Diablo” la cual constituía para esta expresión popular, la víspera de la Inmaculada Concepción -7 de Diciembre- la cual para el siglo XVIII se ve establecida de manera formal hasta nuestros días como el triunfo de María frente al demonio al ser ella la escogida para engendrar al Salvador del Mundo.
Durante el último tercio del siglo XVIII, existen inventarios que nos hablan precisamente del total de la cera consumida durante la iluminación para la antesala de la Virgen de Concepción. Dichos documentos refieren a la instalación de la ciudad en su nuevo asentamiento –la Nueva Guatemala de la Asunción- donde las luminarias efectivamente se llevaron a cabo el 7 de diciembre para anteceder la víspera de estas fiestas.
Cabe señalar que las luminarias eran colocadas en los edificios públicos, templos y casas de habitación y su confección exigía gastos considerables, de tal forma que estaban al alcance de una élite económicamente poderosa.
Existen también algunas otras atribuciones que han oscilado en torno a esta celebración, la cual afirma que la quema de figuras durante el siglo XVII se basaba en la necesidad de alumbrar el paso del rezado de la Virgen de Concepción por las calles debido a la carencia de alumbrado público que había para ese momento. Sin embargo, no se puede hablar aún de la incineración de figuras que representan a este ente maligno, debido que su aparición sobresale a partir del siglo pasado por medio de piñatas de diferentes proporciones.
Es necesario acotar brevemente la presencia del rezado guatemalteco el cual evoca una vinculación directa con los cortejos procesionales de pasión. Estos establecen una prolongación del sistema doctrinal de la iglesia hacia las calles a fin de complementar la evangelización que empezó a funcionar a partir de la llegada de los conquistadores en los primero años del siglo XVI.
El rezado como tal, ya lo describe el cronista Fray Francisco Vásquez a finales del siglo XVII, narrando como la muchedumbre se acercaba de lado a lado para acompañar a la Sagrada imagen de la Virgen de Concepción desde su altar que residía dentro del templo conventual de San Francisco en Santiago de Guatemala, que con tanta mesura y devoción también se principiaba a entonar los cantos propios de la liturgia de esta festividad[5]
En ese sentido, el rezado de la Inmaculada Concepción se debe al mismo tiempo a la propagación del culto que a partir del siglo XVI los frailes franciscanos habían comenzado a emplear en el Valle de Almolonga y posteriormente en Panchoy a través de una de las cofradías más antiguas fundadas en Santiago de Guatemala como bien lo afirma Domingo Juarros en el siglo XIX: “pasan de 30 cofradías en la Ciudad de Guatemala, pero no intentamos dar razón, sino es de las más famosas (…) la primera de que se tiene noticia es la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora, de ella hacen mención los cabildos que tuvo el Noble Ayuntamiento de esta ciudad en 27 de noviembre de 1537, en 1530 y 1534[6].

Virgen de la Inmaculada Concepción del Santuario Arquidiocesano del Señor San José
Con los datos expuestos, bien podríamos deducir que la Quema del Diablo en Guatemala se infería precisamente en la celebración que establecía la Iglesia Católica para exaltar la figura de la Inmaculada Concepción desde los primeros años de dominación hispánica, cuya tradición fue fomentada primordialmente por la orden franciscana y después desplegada por todos los sectores sociales del reino principalmente desde el núcleo de la iglesia católica.
Como actualmente se sabe, la quema del diablo constituye un hecho de carácter folclórico que ha tomado gran vigor hasta ahora en varios puntos del territorio nacional tales como Villa Nueva, San Pedro y San Juan Sacatepéquez, Antigua, San Marcos, y otros puntos del país donde las 6 de la tarde del 7 de Diciembre se convierte en un verdadero espectáculo para los habitantes de estas localidades, quienes aprecian entre la pirotecnia y la algarabía como las llamas consumen las grandes obras de piñaterías que encarnan al demonio personalizados con aditamentos cómicos y satíricos de la vida política del país, tal como sucede en Antigua Guatemala cuando se coloca una de estas figuras con cartelas o accesorios que enlazan las ineficiencias del gobierno actual y que genera un efectismo verdaderamente abismal en los habitantes de ese lugar.
Pero en algunos puntos de Latinoamérica como Colombia, tanto en Bogotá como en Bucaramanga, las luminarias se realizan cada 7 de diciembre en horas de la noche colocando faroles en las ventanas de las distintas casas particulares de estos sitios. Aunque son lugares bastante distanciados de Guatemala, su rito nos puede mostrar plenamente esa permanencia histórica con la cual las luminarias se llevaron a cabo en Guatemala durante toda la época colonial hasta finales del siglo XIX.
Tal práctica mostró gran decadencia a partir de la década de 1970 a 1980 cuando muchos habitantes comenzaron a realizar hogueras con desechos de la basura con tal de mantener viva esta costumbre. Sin embargo, este proceso desencadenó críticas muy fuertes por parte de algunos sectores del país lo cual ocasionó en ese momento una alternativa inmediata con la elaboración de “diablitos” por artesanos piñateros a fin de evitar la propagación de estas fogatas con residuos tóxicos que ocasionaban un alto índice de contaminación ambiental para la ciudad.
Si bien es cierto muchas familias realizan con cautela estas fogatas con recursos que se asocian de acuerdo a su estrato social en ausencia de una piñata de estas, las probabilidades que se pueden generar de contaminación al medioambiente por la quema de estos materiales son demasiado altas. Por lo tanto, las autoridades sanitarias sugieren abstenerse de realizar este tipo de actividades con tales componentes debido al riesgo que provocan para la salud de los ciudadanos; especialmente la de niños(as) y adultos mayores; así como la preocupación por los cambios climáticos los cuales se han acelerado recientemente de una manera impresionante.
Sería difícil evitarlo, pues el largo andamiaje que mantiene esta tradición se encuentra enlazado con las afirmaciones que recitan muchas de las generaciones pasadas, las cuales resaltan que la quema del diablo a través de este tipo de materiales y objetos viejos albergados en las casas significa la expulsión de malas energías, los recuerdos desagradables dentro de la familia y por supuesto, la espera de la Fiesta de la Virgen de Concepción la cual mantiene un peso solemne de más de cuatro siglos de antigüedad.
Para el guatemalteco(a) especialmente el católico consagrado; cada 7 de diciembre a las 6 de la tarde además de reflexionar sobre el triunfo de María frente al demonio como símbolo de ser ella la escogida por Dios para concebir a su hijo único, Jesús; este momento también representa uno de los instantes en donde el pueblo de Guatemala se siente fervoroso con este tipo de tradiciones; tal como lo describe Ramón A. Salazar: “Al oir de lejos los ecos de aquel pueblo entusiasmado, cualquiera habría comprendido que ese pueblo pasaba por una de sus horas felices”[7]
No podemos perder de vista, que concluyendo el 7 de diciembre, la colocación de colgaduras en los balcones, los cortinajes, las alfombras de flores y las bombas voladoras indican la llegada del Día Clásico de Guatemala – 8 de Diciembre- con el antiguo rezado de la Imagen tutelar de la Virgen de Concepción del Templo Histórico de San Francisco quien sale a recorrer la Ciudad de Guatemala con gran pompa y elegancia a la espera de su pueblo que la recibe con mucha devoción año con año; al igual que los siguientes rezados de las Inmaculadas que imparten sus bendiciones desde este día hasta Enero de 2023, para lo cual se espera en esta ocasión un aura muy especial por aquellas personas que han dado nombre y forma a estas actividades propias del ciclo final del año en curso, dado que su contenido nunca ha sido anónima sino más bien ha sido construido por hombres y mujeres que han aportado a la tradición piadosa popular nuevos elementos y mecanismos para fomentar estas costumbres ancestrales, desde la Quema del Diablo hasta la presentación del Niño en el templo el 2 de Febrero.
Fuentes primarias y bibliográficas consultadas.
AGCA A.1.71.3 Leg 1510 Folio 10.
AGCA A1.71-1 Leg.1508, Folio 34.
Acta de declaración de Independencia de las Provincias Unidas de Centroamérica dado el 15 de Septiembre de 1821. AGCA -A1-6941-1821-57780-0000 Legajo 6941. Expediente 57780
Álvarez, Miguel Alfredo. Tesis Aproximación etnográfica e histórica de las tradiciones populares en Navidad en el Departamento de Guatemala. Publicado en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Guatemala. Año de 1980
Juarros, Domingo. Compendio de la Historia de la Ciudad de Guatemala, Tipografía Nacional, Guatemala. 1936, pág 142.
Salazar, Ramón A. Tiempo Viejo, Recuerdos de mi Juventud, Editorial del Ministerio de Educación Pública, Guatemala, Año de 1957
Vásquez, Fray Francisco. Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús en Guatemala, Biblioteca Guatemala, Tipografía Nacional, Guatemala. 1937. Pág 254.
[1] Álvarez, Miguel Alfredo. Tesis Aproximación etnográfica e histórica de las tradiciones populares en Navidad en el Departamento de Guatemala. Publicado en la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, Guatemala. Año de 1980. Página 18.
[2] AGCA A1.71-1 Leg.1508, Folio 34.
[3] AGCA A.1.71.3 Leg 1510 Folio 10.
[4] Acta de declaración de Independencia de las Provincias Unidas de Centroamérica dado el 15 de Septiembre de 1821. AGCA -A1-6941-1821-57780-0000 Legajo 6941. Expediente 57780
[5] Vásquez, Fray Francisco. Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús en Guatemala, Biblioteca Guatemala, Tipografía Nacional, Guatemala. 1937. Pág 254.
[6] Juarros, Domingo. Compendio de la Historia de la Ciudad de Guatemala, Tipografía Nacional, Guatemala. 1936, pág 142.
[7] Salazar, Ramón A. Tiempo Viejo, Recuerdos de mi Juventud, Editorial del Ministerio de Educación Pública, Guatemala, Año de 1957. Pag 46.