
Padre Hermógenes López
Eufemio Hermógenes nació en Ciudad Vieja, Sacatepéquez, el 16 de septiembre de 1928, siendo el tercero de ocho hermanos en una familia liderada por sus padres, Ángel y Victoria. Fue bautizado el 20 de septiembre de 1928 por el párroco Juan Cecilio Cuéllar. Su madre, Doña Choyita, era catequista y enseñaba el catecismo a niños en su hogar.
Una vida llena de amor
Hermógenes estudió en el Colegio La Confederación, donde recibió su Primera Comunión. Disfrutaba visitara sus abuelos paternos, quienes hacían dulces de pepitoria para vender y cultivaban frutas como naranjas y duraznos en su finca ubicada en la falda del volcán de Agua. Su abuela Felisa era consejera matrimonial, apoyando a parejas que ratificaban su compromiso religioso.
Ángel, el padre de Hermógenes, era sastre y sacristán. A los 15 años, Hermógenes ingresó al Seminario Conciliar de Santiago y continuó su formación en el Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador, donde estudió teología. Fue ordenado sacerdote a los 26 años, el 7 de noviembre de 1954, por el Arzobispo de Guatemala, Monseñor Mariano Rossell Arellano.
Un pastor ejemplar
Comenzó su labor pastoral en el Seminario Menor, acompañando espiritualmente a jóvenes aspirantes al sacerdocio. En 1966, fue nombrado párroco de San José Pinula por el Arzobispo Mario Casariego. Durante el terremoto de 1976, visitó a las familias afectadas para asegurar su bienestar.
Hermógenes se enfrentó a las arbitrariedades de los comisionados militares que reclutaban jóvenes para el ejército, defendiendo a sus parroquianos. También lideró la oposición a un proyecto de la empresa Aguas, S.A., que afectaba la agricultura local. Pese a las acusaciones y persecuciones, apoyó a cooperativas, educación y alfabetización, mostrando especial cariño hacia los niños y ancianos.
El 30 de junio de 1978, fue asesinado brutalmente mientras regresaba de atender a un enfermo en la aldea San Luis. Hermógenes, quien amaba profundamente a su pueblo, dejó un legado de defensa de los derechos y dignidad de los más vulnerables. Su muerte fue un reflejo de su compromiso con el Evangelio y su amor por «mis Pinulas», como él llamaba a su gente.