
Baja la patrona de mi Pueblo, el traslado de María de Quetzaltenango
Cada año, tras el estruendo de la independencia centroamericana, Quetzaltenango guarda un suspiro profundo, un breve silencio que no es apagón del alma, sino preludio sagrado; porque el corazón quetzalteco no descansa, solo comienza un nuevo latido de espera fervorosa.
Se aproxima el instante en que un pueblo entero se funde en una sola fe, en un solo latido; y entonces, entre alfombras de colores, incienso que danza en el aire y el eco solemne de las bandas, aparece Ella, la humilde doncella que desciende con gracia, y bendice como solo una Reina celestial puede hacerlo, entre los ojos llorosos de sus hijos que la esperan con amor encendido año con año.
La mañana del jueves 25 de septiembre la Santa y Metropolitana Catedral de los Altos abrirá sus puertas para recibir a los presbíteros, diáconos, seminaristas, religiosas, religiosos, autoridades civiles, reinas de belleza, autoridades indígenas, establecimientos educativos, hermandades, asociaciones, cofradías, medios de comunicación, pero sobre todo a los hijos que buscan el amor de la Madre Santísima.





Fotografías: Douglas Barillas
Siendo las ocho de la mañana, dará inicio una de las eucaristías más concurridas que se celebran cada año. Esta será presidida por el Arzobispo Metropolitano de Los Altos Monseñor Víctor Hugo Palma, acompañado por todo el presbiterio arquidiocesano. La Catedral Altense luce engalanada, aunque con una particularidad muy evidente, el altar mayor está vacío. El Santísimo Cristo Crucificado no se encuentra en su sitial de honor; ha sido descendido, pues, como todo un caballero, cede su lugar a su Santa Madre, para que sea ella quien, en los próximos días, reciba las oraciones de los quetzaltecos.
Al filo de las once de la mañana se levantarán las andas, pequeñas en proporción, pero grandes en devoción. No sonarán los tradicionales sones o alabados en el interior de la Catedral; solo se escuchará el sonido del Tzijolaj y el tambor. Sin embargo, al cruzar el dintel de la Puerta Santa, la algarabía se desbordará.
La sirena de la cisterna de los Bomberos Voluntarios, los miles de cohetillos encendidos por la asociación de taxistas, las melodías de diversas bandas escolares y los aplausos de la feligresía anuncian que ha dado inicio el Solemne y Festivo Cortejo Procesional de Traslado al Altar Mayor de la Santísima Virgen del Rosario, popularmente conocido como “la Bajada de la Virgen”
Al inicio del cortejo procesional se podrán observar los diversos estandartes de las hermandades, asociaciones y cofradías de toda la ciudad y sus alrededores. A continuación, marcharán los seminaristas y el presbiterio de la arquidiócesis. Posteriormente, se podrá ver a las Capitanas de la Virgen del Rosario, un grupo de viudas de ascendencia indígena k’iche’, consagradas a la patrona de Xelajú. Así mismo, estarán presentes las reinas de Quetzaltenango y representantes de títulos tradicionales como Umial Tinimit Re Xelajuj No’j y Alaj Uk’otzij Re Xelajuj No’j.



Fotografías: Nelson Cayax
Cada turno que llevará a la Patrona de la Ciudad de Los Altos ha sido otorgado a diferentes centros educativos de la ciudad. Como muestra de agradecimiento por tan alto honor, estos elaboran coloridas alfombras alrededor del parque a Centro América, y sus bandas escolares serán las encargadas de brindar el marco sonoro a este solemne cortejo de traslado.
La gastronomía es parte esencial de la tradición en este día tan significativo para la ciudad. Los comerciantes pondrán a disposición de los devotos las tradicionales roscas quetzaltecas, enchiladas, garnachas, cubitos de elote y pan de yemas. Sin embargo, si hay algo que representa verdaderamente la identidad gastronómica ligada a la Santísima Virgen, es el atol de elote, una bebida que se prepara con el fruto de las cosechas cultivadas en los alrededores del Volcán Santa María, en el fértil valle del Palajunoj.
Luego de haber “coronado” el parque a Centroamérica, la Reina de Xelajú ingresará nuevamente a su casa, envuelta en aplausos, lágrimas, emociones y algarabía. Ella será colocada en el altar mayor por sus Rosarinos, un grupo de caballeros al servicio de la Madre de los quetzaltecos. Será elevada a su sitial de honor ante la mirada de sus hijos y el rezo fervoroso de sus Capitanas. Durante un mes completo, el altar mayor será su trono sagrado, desde donde acogerá el clamor y las súplicas de la antañona Xelajuj No’j.
Cada año, esta celebración teje en su esencia cultura, sincretismo y devoción, pero por encima de todo, late un amor profundo y eterno. El amor de un pueblo que guarda en lo más íntimo de su ser a María, la doncella humilde de Nazaret, que en Quetzaltenango se alza como Patrona, Reina y Madre.
La Bajada de la Virgen en Quetzaltenango permanece en el alma como un suspiro sagrado, un eco de fe y amor que trasciende el tiempo. Entre la solemnidad del silencio y el murmullo lejano de los rezos, se revive la memoria de un pueblo que, con devoción silenciosa y corazones anhelantes, entrega su esperanza a la Madre que los ha acompañado en sus días de alegría y de pena. Es un recuerdo imborrable, una plegaria contenida que guarda la tristeza dulce de quienes saben que en cada despedida también hay promesa de retorno, y en cada lágrima, la eternidad de un amor que nunca se apaga.
“Bendita eres tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de vientre”

Fotografía: Ángel Velásquez